miércoles, 31 de agosto de 2011

Carta de desagravio a mis periódicos

(El abajo firmante escribe estas líneas
desde el mayor posible de los arrepentimientos)

Queridos periódicos:

No quiero que suene a excusa pero, soy una persona débil e insegura. Y tengo que confesaros, arrepentido, que esta vez no he sido capaz de resistir...este verano he caído en la tentación. Y en una renuncia total a todos mis principios y lealtades, no he comprado ni un sólo periódico. Ya llevaba todo el año tonteando con el tema, que si un poquito de twitter en la hora de la comida, que si internet cuando me fumo un cigarro... Inevitablemente llegué a la conclusión de que si tengo un smartphone, ¿porqué habría de gastar más dinero en papel tintado, ahora que yace moribundo en los estantes de los quioscos? ¡Dónde va a parar! Todo mucho más cómodo, más limpio, cientos, ¡miles! de periódicos en mi bolsillo. Íbamos a estar en la playa mi mujer, mis niños, servidor y millones de noticias a mi servicio. ¡La autopista de la información tiene una nueva salida, una privada y directa a mi toalla en la costa gaditana... El paraíso y toneladas de información a nuestra disposición!

Mis pobres periódicos...

Los que aún estéis en la playa, hacédme, por favor, este experimento de campo. ¿Véis a alguien con un iPad en la arena? A alguien normal, digo... No, ¿verdad? Como mucho imagino que veréis a gente con el gesto fruncido, con esa cara tan particular que ponemos cuando centramos nuestra atención en un punto lejano, en el horizonte, con los ojos entornados, cerrados como si estuviesen enfadados, la mandíbula prieta... como si al poner cara de Clint Eastwood pudíesemos ver mejor y a más distancia... Irónicamente, esa gente que mira como William Munny , el asesino de niños y mujeres de la inolvidable Sin Perdón, suele tener su teléfono a escasos dos milímetros de la punta de su nariz... Porque queridos periódicos, ahora ya lo sé, en la playa y a pleno sol, las pantallas de nuestros teléfonos móviles NO-SE-VEN. Ni un poquito. Ni una mierda, en concreto.

Clint Eastwood, mirando de lejos...

Mis leales periódicos...

Pero ya era tarde, porque ya estaba en la arena. Y mis hijos corrían por la orilla, y ya tenía crema por todas partes. Y estaba en bañador, humillado e indefenso. Y de pronto, me dí cuenta de que estaba vendido, porque no tenía mis periódicos. Impropiamente ingenuo, lo había fiado todo a un aparatito pequeño y electrónico. Un aparatito que me dejó tirado a la primera de cambio... Y entonces, queridos periódicos, me convertí en un espectro. Súbitamente, envejecí décadas, y me sorprendí sentado frente a la orilla con la mirada perdida, sin saber muy bien que hacer con las manos. Juraría incluso que un señor que estaba a mi lado leyendo su periódico me miró por encima de sus radiantes páginas impresas resoplando y moviendo su cabeza, apiadándose de mi pobre condición.

Con el orgullo malherido, de vez en cuando volvía a mi teléfono, en un intento desesperado por saber qué estaba pasando en el mundo. Intenté disimular y lo mantuve a una distancia razonable de mis ojos, incluso lo llegué a apoyar en mi pierna, despreocupado. Poco después lo apretaba furioso contra mi nariz, intentado desentrañar los misterios que se escondía tras esa maldita pantalla líquida que me ocultaba el universo en su opacidad. Golpeé la pantalla con mis dedos llenos de arena, inclusó lo agité presa del pánico... Enloquecido, intenté llamar por teléfono a alguien para que me dijera que pasaba con la prima de riesgo, o con el adelanto electoral... No podía soportar el pensamiento de que en Noruega alguien más se liara a tiros y yo en la playa, en Babia, con mi pantallita táctil y mis niños correteando por la orilla.

-¿No tienes acceso a internet?, me contestaron, asombrados, desde la redacción.
-Está pasando de todo... de todo...

Y lo peor es que sí, ¡claro que sí! tengo acceso a internet. Pago unas tres tarifas planas todos los meses. Tengo internet, parece que se conecta... pero ¡no puedo verlo! De pronto, en plena playa de Cádiz, me convertí en el nuevo Bartimeo. Solo que esta vez no tenía a Steve Jobs a mano para implorarle: “¡Steve... que vea!” Y como no pasaba por allí iGod me quedé como llegué: medio en pelotas, humillado... y ciego. Y sin periódicos...

Hace dos años no concebía unas vacaciones sin mis periódicos... Este verano las he tenido. Mientras lucía el espléndido sol del sur no ha habido manera de saber qué coño pasaba por ahí fuera. Todo eran rumores, inexactitudes. La información en la palma de mi mano... y una pantalla de definición asombrosa... que no se ve en la calle. Por la noche, más calmado, volvían las noticias a mi terminal como volvían las oscuras golondrinas de Becquer. Pero ya era tarde. ¡Tarde! ¿No se suponía que eran los periódicos los que llegaban tarde? A mí, en verano, me ha llegado tarde internet... Aunque bien mirado, ¿no es maravilloso?

Queridos periódicos, compañeros leales de mil batallas. Sé que perdonaréis mi debilidad y mis pequeñas traiciones... La carne es débil y tengo pagada la tarifa plana, entendédlo... Siento no haber estado a la altura que soléis estar vosotros habitualmente. Siempre puntuales en el quiosco, siempre presentes, llueva, truene... o haga sol. Mira por dónde, hemos encontrado un entorno en el que aún sois plenamente superiores a internet. Un terreno arenoso dónde vuestra experiencia de navegación es infinitamente superior a la de los terminales portátiles. Un lugar que se disfruta en familia, o en pareja o completamente aislado del mundo exterior... Un breve lapso de estado de gracia donde iGod todavía no ha conseguido entrar. Y dónde la experiencia de leeer un buen periódico se sigue saboreando como antiguamente.

PD: El otro día vi en el cine Super 8, de J.J. Abrahams... Y disfruté recordando una época no tan lejana en la que tenías que esperar un mínimo de tres días para que te revelaran una película de cine... Y pensé en vosotros, os lo prometo. Pensé que una generación que sabe esperar las cosas, aunque sea sólo un poquito, es una generación más sabia, mejor... Tenemos todo tan rápido últimamente que hemos empezado a perder esa pausa para entender que no se trata de mirar el dedo que apunta... que lo realmente mágico es la luna que reluce allá lejos, en la noche estrellada.

3 comentarios:

Jesús Vicioso dijo...

Genial, Javier.

José Hernández dijo...

Buena publicación pero algo contradictoria.

Jorge dijo...

La verdad es que te ha salido redondo y si se lee de un tirón hay que tomar aire. Os lo he colgado en meneame a ver si tiene más tirón que en bicatoras.

Un saludo
Jorge