lunes, 18 de septiembre de 2017

El libro más bello jamás impreso




Aldo Manuzio no ha pasado a la historia por los libros que escribió de su puño y letra. No dibujó las ilustraciones, ni la mítica marca de imprenta que llevaban los libros de su taller que, en sentido estricto, tampoco era suyo porque el empresario y comerciante era su suegro, Andrea Torresani, quien, por cierto, años antes se había hecho con el negocio del francés Nicolas Jenson, creador de exquisitos tipos de letra que la imprenta aldina continuó utilizando junto con los que desarrollaron después y que han llegado hasta nuestros días. Como la letra cursiva, denominada también aldina en honor precisamente a Aldo, pero que tampoco es creación suya sino de quien grababa los punzones para él, Francesco Griffo, porque entonces —y durante varios siglos— los tipos de letra se  hacían a mano y Manuzio tampoco era un trabajador manual, un artesano. Podemos decir, pues, que Aldo Manuzio, que tampoco se llamaba así exactamente —Aldo Manuzio es la versión españolizada de la traducción al latín, Aldus Manutius, de su nombre italiano Teobaldo Manucci—, es el primero de nosotros. Uno de los primeros. Un precursor en lo de no saber hacer nada de una forma especializada, o en lo de saber qué es lo mejor que se puede hacer con el trabajo de otros, en unir las distintas disciplinas en un todo armónico que tenga sentido, como nos ha explicado en alguna ocasión de forma tan divertida el genial diseñador periodístico Rodrigo Sánchez: No, mamá, yo no sé dibujar; ni escribir; no mamá, yo no hago las fotografías del periódico; no, yo no soy el de la imprenta. "Entonces, hijo, ¿tú qué haces?"

Marca de imprenta del taller de Aldo Manuzio. Representa el lema latino 'Semper festina lente', que puede traducirse como "siempre apresúrate despacio" (festina sería el delfín, y lente el ancla).  Una filosofía para su trabajo centrada en alcanzar la excelencia, en cuidar al máximo cada paso en la etapa de impresión de un libro: los textos, los tipos de letra, el papel... "Vísteme despacio, que tengo prisa".

Hypnerotomachia Poliphili. Impreso por Aldo Manuzio en Venecia en 1499.

Todo esto sucedió en Venecia. En esa época que Vassari, en aquellos mismos años, bautizó como Rinascita, Renacimiento. Y de esta confluencia de saberes y oficios que aunó el gran Aldo Manuzio, su imprenta parió el Hypnerotomachia Poliphili —'El Sueño de Polífilo', se puede resumir—, el libro impreso más bello del mundo.



Hypnerotomachia Poliphili fue editado por Aldo Manuzio en Venecia, en diciembre de 1499. Es uno de los últimos incunables por la fecha en la que está impreso —se considera incunables, de la cuna de la imprenta, a todos aquellos libros impresos entre la invención de la imprenta por Gútemberg en 1453 y el cambio de siglo en 1500— y porque Manuzio alcanzó con su trabajo una nueva etapa que coincide aproximadamente con esta fecha, y con este libro maravilloso.

Es una obra anónima, pero sucede que la primera letra de cada uno de sus 38 capítulos forman un acróstico en el que se menciona "al hermano Francesco Colonna", sacerdote y monje dominico veneciano al que por esta razón se le atribuye la autoría del Polífilo. Existen otras teorías, no obstante, en torno al supuesto autor de tan fascinante libro, como la que expone Javier Azpeitia en su novela El impresor de Venecia, publicada el año pasado. Para Azpeitia, el autor del Hypnerotomachia Poliphili sería ni más ni menos que el filósofo y escritor humanista Pico della Mirandola, amigo y compañero de estudios de Aldo. "Todavía una cosa más, ni nombre no debe figurar", le hace decir Azpeitia al filósofo en su novela. "Se acabó Pico della Mirandola. Los libros los escribe  o Dios o el hombre, y este lo ha escrito el hombre. Con saber eso basta. Hay, para los que necesiten autor, un pequeño juego, un acróstico con las letras capitulares que los llevará a un nombre algo vulgar alejado del mío: Francesco Colonna." Una novela que merece mucho la pena, fascinante si el lector es además un enamorado de los libros, la tipografía, la imprenta.


Javier Azpeitia impartió además una conferencia sobre Aldo Manuzio en febrero de 2015 en la Biblioteca Nacional con motivo de la exposición '500 años sin Aldo Manuzio. Mercaderes en el templo de la literatura', de la que fue comisario:

Javier Aizpeitia ofrece unas interesantes reflexiones en su conferencia sobre "las crisis de entonces y las crisis de ahora" cuando la imprenta acabó con la anterior forma de hacer libros tal y como ahora parece que sucede con el mundo digital. "Las soluciones que se buscaban entonces creo que deben ser las que se busquen ahora."

Hypnerotomachia Poliphili fue impreso en lo que se denomina tamaño infolio ("en folio", resultado de doblar una hoja una sola vez dando lugar a dos folios, cuatro páginas en este caso de 21x33 cm.),  e incluye 172 soberbias ilustraciones realizadas con la técnica de la xilografía —grabado en madera—, cuyo autor es del todo desconocido, pero sobre el que también existen diversas especulaciones. Está compuesto con los tipos redondos romanos que había grabado Griffo por primera vez para las obras de Pietro Bembo, destacado humanista, escritor, filósofo y cardenal veneciano, de quien Manuzio era amigo y editor. Se trataba de una tipografía heredada de Jenson (el anterior patrón de Griffo puesto que, recordemos, Torresani se hizo con la imprenta de Jenson, sus tipografías, maquinaria, e incluso el personal), un alfabeto que combinaba las letras mayúsculas de las inscripciones de la antigua Roma con las letras minúsculas de los manuscritos medievales italianos. Se los llamó romanos en contraposición a las letras góticas alemanas, mucho menos legibles, con las que está compuesta, por ejemplo, la famosa Biblia de Gútemberg. Griffo perfeccionó esa tipografía romana expresamente para el Poliphili alcanzando una belleza, armonía y, sobre todo, legibilidad insuperables. Tanto, que esa tipografía se sigue utilizando ahora, con el nombre de Bembo, recreada en los años 20 del siglo pasado por Monotype bajo la supervisión del afamado tipógrafo Stanley Morison (unos años antes, también Monotype 'resucitó' el tipo de letra del Hypnerotomachia Poliphili llamándola Poliphilus, pero según mi punto de vista se trata básicamente de mismo tipo de letra, maravilloso, sin la 'limpieza' y necesaria puesta al día de la tipografía Bembo).

Tipografía Bembo actual.


Muestra de la tipografía creada antes por Nicolas Jenson ('Unos tipos duros') y que sirvió para que a partir de ella Griffo diseñara los tipos aldinos con los que se compusieron los libros de Aldo Manuzio como el Hypnerotomachia Polihili o su colección 'de bolsillo', y cuya última evolución es el actual tipo de letra Bembo mostrado arriba.

Página de un libro editado por Nicolas Jenson con su excelsa tipografía.

Uno de los aspectos que más asombro despierta en la composición de este libro prodigioso es la perfecta combinación del texto y las imágenes. La genialidad en la relación que se establece entre diseño y contenido (que es de lo que casi siempre hablamos nosotros, ¿no?). El Hypnerotomachia Poliphili cuenta una historia laberíntica de un sueño dentro de un sueño —algunos siglos antes que el Origen del gran Christopher Nolan— y lo hace en la lengua vernácula del momento, un italiano de entonces, pero acompañado de muchos términos en latín, en griego (para lo cual Griffo tuvo que utilizar las tipografías griegas), e incluso en supuestos idiomas jeroglíficos egipcios inventados. El joven Polífilo —"el que ama todas las cosas", insuperable imagen del Renacimiento antes de que sus contemporáneos lo llegaran a conceptualizar— se adentra en sus sueños en busca de su amada muerta por jardines repletos de ruinas clásicas y edificios imaginados que sus grabados en las páginas impresas recrean e incluso inventan de modo divergente a como lo cuenta el texto. Un texto laberíntico, simbólico, filosófico, cabalístico y de secretos alquímicos.

Esta mezcla genial de textos e imágenes ha llevado a que algunos (Azpeitia entre ellos en la conferencia que os enlazamos más arriba) lo haya calificado como "la primera novela gráfica de la historia", aunque no sería yo, desde luego, uno de los que lo hiciera. El Hypnerotomachia Poliphili es algo inclasificable, como se ha dicho también muchas veces de la obra entera, y no me parece comparable a lo que ahora entendemos con esa denominación.

El diseño del libro está concebido como páginas dobles, con esos márgenes lujosos basados en la proporción áurea (aunque con los márgenes algo más pequeños, especialmente el inferior). Una muestra de esta moderna concepción de las páginas dobles la encontramos en el cuidado equilibrio en la disposición de las imágenes. 







Porporción áurea para obtener el tamaño de la caja de texto (o 'mancha') y los márgenes de una página.

A pesar de todo esto, o tal vez debido a ello, el libro no fue un éxito editorial, ni mucho menos, y la mayor parte de la tirada se quedó en los almacenes del taller de Aldo Manuzio. De allí pasó a aquellos a quienes tenían la suerte de recibirlo como regalo por parte del propio editor. Claro que es muy posible que tampoco quisieran llamar mucho la atención con él debido al "paganismo" de sus textos y a la supuesta obscenidad explícita de alguna de sus imágenes y por eso no se distribuyera, ni llevara los nombres de los autores del texto y los grabados. El nombre del mismo Manuzio sólo aparece al final en una fe de erratas. Seguro que Aldo era consciente de la importancia de aquello y quiso aparecer aunque fuese medio escondido.

Tampoco lleva la mítica marca de su imprenta, precisamente porque lo más probable es que Aldo Manuzio la tomara de una de las ilustraciones, a pesar de que él afirmó haberla encontrado en una moneda romana. Si la tomó de aquella ilustración del Hypnerotomachia Poliphili sería una prueba más de la importancia de esta obra para él, puesto que aquel dibujo —¿uno de los logos más famosos y perdurables de todos los tiempos?— lo llevaron más adelante todos sus libros.


Marca de imprenta de Aldo Manuzio (el mítico logo 'Festina lente' con el delfín enroscado en un ancla) en una página del Hypnerotomachia Poliphili, y detalle de la ilustración.

Gli Asolani, de Pietro Bembo, editado en Venecia por Aldo Manuzio en 1505.

Divina comedia (col sito et forma dell'Inferno), Dante Alighieri, editado por Aldo Manuzio en sus talleres de Venecia en 1515, el año de su muerte.

Fabuloso mapa del infierno incluido en la edición de la Divina Comedia editada por Manuzio.

La fama y el prestigio de los que gozó en vida Manuzio, y suponemos que el dinero, no le llegaron con el libro más bello que nunca se hubiera impreso, y que según otros jamás se volvió o volverá a imprimir, sino con la colección de clásicos que sacó en formato octavo —es el primer impresor en utilizar este formato para literatura, muy pequeño en aquel momento, la octava parte del pliego de imprimir, unos 18 cm. de alto— y que está considerada como la invención del 'libro de bolsillo'. Aquello, los libros aldinos, fue una genial y arriesgada idea que cambió los hábitos de lectura y el consumo de libros en toda Europa.

Como muchos de ustedes ya sabrán —fundamentalmente los que viven aquí en Madrid— una de las exposiciones organizadas por el Museo Thyssen durante este verano es 'El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura'. Una muestra, en la que lo más interesante, para mí, no son los cuadros sino los libros. Y, efectivamente, como se están ya imaginando, en ella se puede admirar un ejemplar del Hypnerotomachia Poliphili, impreso en 1499 por Aldo Manuzio en Venecia, cedido para la ocasión por la Biblioteca Nacional. Además, a su lado se muestra el Gli Asolani de Pietro Bembo, de 1505, también del taller de Manuzio, junto con otros impresos renacentistas repartidos por distintas salas como el  Idyllia, seu Bucolia, del escritor clásico Teócrito, impreso también por Manuzio en 1495-96, y los fabulosos Libros de la Arquitectura de Andrea Palladio, impreso en 1570 y perteneciente a la Real Academia de San Fernando.

Hypnerotomachia Poliphili (izda.), 1499; y Gli Asolani, Pietro Bembo, 1505 (impreso en el formato en octavo que los convirtió en los primeros 'libros de bolsillo' de la historia, los libros aldinos). Ambos editados en Venecia por Aldo Manuzio. 

No queda mucho tiempo, esta es la última semana en la que se puede acudir a esta exposición —concluye el domingo 24 de septiembre—. Pero, afortunadamente, no hay motivo de alarma porque como bien dice mi querida María Vázquez, maestra de diseñadores en Galicia y editora de El ojo en el cielo, un blog ma-ra-vi-llo-so sobre arte, diseño y comunicación: "Cada vez que voy a Madrid, visito la Biblioteca Nacional para ver el Hypnerotomachia Poliphili". Este templo de la cultura tiene nada más y nada menos que ¡cuatro ejemplares originales de este libro!, salidos de los talleres de Aldo Manuzio.

Y aunque la experiencia de ver el libro original sea única, la Biblioteca Nacional cuenta también con un más que valioso e inagotable catálogo digital en su página web, denominado Biblioteca digital hispánica, en el que se pueden consultar sus fondos, digitalizados página a página, e incluso descargar las obras completas. Todas las imágenes del Hypnerotomachia Poliphili (en este enlace tienen el libro completo) que les he ofrecido en este artículo provienen de esta impagable herramienta puesta al servicio de la cultura.

Después de todo esto me dirán, yo mismo me lo diría, que no es posible afirmar que un libro sea el más bello jamás impreso. Y lo dirán con razón. Todo un artículo sobre el libro más bello del mundo y resulta que algo así no existe, que "después de tanto, todo para nada", como dijo un gran poeta. Es cierto. No se puede competir en lo que a belleza se refiere, no tiene sentido poner los libros, el arte, en fila de mejores a peores. Pero, aun así, hay tanto que decir y escuchar, y admirar, sobre la belleza, que aquel mismo poeta, desde un libro que hubiera merecido ser impreso por Aldo Manuzio, nos confesó: "Grito '¡Nada!', y el eco dice '¡Todo!'"

jueves, 7 de septiembre de 2017

'De políticos y otros animales'


Ayer se inauguró en un edificio emblemático para la historia de la prensa madrileña la exposición 'De políticos y otros animales', muestra representativa de toda la obra de Ricardo Martínez, uno de los más grandes ilustradores de la prensa de todo el mundo a quien tenemos la suerte de tener como compañero y amigo desde hace muchos años.

Los asombrosos originales de los dibujos de Ricardo se pueden admirar hasta el próximo 27 de septiembre colgados en las paredes de una de las salas más especiales de la Fundación Diario Madrid, en la calle Larra, 14. Edificio que fue sede de diarios históricos como El Sol, nacido en 1917 y  en el que escribieron durante sus años gloriosos previos a la Guerra Civil los más destacados intelectuales del país, como Ortega, Unamuno, Menéndez Pidal, Valle Inclán... Terminada la contienda, en sus talleres se editó el diario Arriba y también fue sede del diario Marca hasta mediados de la década de los sesenta. Ahora, además de todas sus actividades y de ser desde hace una década el lugar donde se imparten clases del prestigioso Istituto Europeo di Design, alberga durante este mes arte convertido en periodismo.



Ricardo Martínez durante la presentación de su exposición.

El propio Ricardo presentó en pocas palabras —es más hombre de lápices—, llenas de su humor tierno, primero un agradecimiento a quienes le han ayudado y a quienes le acompañábamos, y después habló de su obra, organizada para esta muestra en varias secciones temáticas: Viñeta humorística, Ilustración política, Goomer —su personaje dibujado, entrañable viajero galáctico a través del cuál nos ha ofrecido una visión de nuestra sociedad crítica y cariñosa—, e Ilustración, en la que como no puede ser de otra forma están sus queridos animales... de los que os hablaremos más adelante.







También forman parte de la exposición los cuadernos personales de Ricardo con los bocetos de sus ilustraciones, simples cuadernos de cuadros con espiral de los que usamos cualquiera, los cuadernos del colegio, vamos; publicaciones con sus creaciones en distintos formatos, libros incluidos; o el material que utiliza para lograr el milagro y que no puede ser más sencillo: dos lápices de distinta dureza, borrador, estilógrafo, tinta china y una cuchilla para rascar la tinta.


En las ilustraciones expuestas en la muestra podemos ver distintas técnicas, mixtas en algunos casos, el uso del color fundamentalmente en su personaje Goomer, pero lo que resulta más asombroso es poder contemplar el original de sus más espectaculares animales realizados con la técnica del scrachtboard —aunque hay quien prefiere utilizar el término en castellano esgrafiado para  esta forma de dibujar, considero que no es una traducción del todo exacta—. Es una especialización del dibujo muy ligada a los Estados Unidos, país en el que residió y trabajó Ricardo en su juventud y de cuyos maestros norteamericanos aprendió. Ya os hemos comentado en alguna ocasión en qué consiste esta técnica tan difícil pero de resultados espectaculares. Básicamente es una mezcla de dibujo y grabado que se consigue partiendo de una mancha de tinta negra a la que se va rascando con una cuchilla las partes luminosas para que el dibujo "aparezca", como si dibujásemos al revés, podría decirse. Y créanme si les digo que ninguna de estas fotografías, como tampoco logra hacerlo ninguna pantalla, puede reflejar exactamente —en realidad, ni remotamente— lo que es contemplar un original de Ricardo de los que ahora pueden verse en Madrid. Háganlo si pueden, vengan a verlos.










Nos encontramos además con amigos y gente importante del periodismo, visual y escrito. Antonio Rubio, Carlos Boyero, Carmelo Caderot, Rodrigo Sánchez, Ulises Culebro, Raúl Arias, Julio Rey...

Dos 'instituciones', cada uno de ellos en su especialidad dentro del periodismo español: Carlos Boyero (izda.), en la crítica cinematográfica y Antonio Rubio (dcha.), en el periodismo de investigación.

Muchísimo talento gráfico y periodístico en esta imagen (de izda. a dcha.): Carmelo G. Caderot, primer director de arte del diario El Mundo y creador de su diseño original; Rodrigo Sánchez, actual director de arte en el mismo diario y responsable de todas las revistas del grupo Unidad Editorial, incluidas sus premiadas portadas de Metrópoli, posiblemente el mejor periodismo visual del mundo; Raúl Arias, talento puro en la ilustración, maestro en múltiples técnicas; María González, actualmente responsable de diseño de Papel, suplemento dominical del diario El Mundo, y con una amplia trayectoria en todas las revistas del grupo al máximo nivel profesional; y el gran Ulises Culebro, periodismo dibujado a diario con inteligencia, elegancia y un estilo indiscutiblemente propio.


El animal ilustrado

Uno de los últimos proyectos de Ricardo Martínez ha sido la publicación de un libro —supongo que muchos de ustedes ya lo conocen y puede que hasta tengan la suerte de tenerlo ya en sus manos— que recoge una de sus pasiones: los animales. Un libro, que es mucho más que un libro.


En esta exposición pueden verse algunos de los originales de de El Animal ilustrado, como la soberbia jirafa que hemos reproducido arriba dibujada con la mencionada técnica del scrachtboard. Esta obra, en la que tuve la inmensa suerte de colaborar en su diseño a las órdenes de Rodrigo Sánchez, está editada por Libros.com gracias a una exitosa campaña de crowfunding que ya terminó con más de 300 mecenas. Por supuesto, el libro sigue a la venta.

Un libro que es mucho más que un libro, decíamos, porque no sólo están las fabulosas ilustraciones de Ricardo y muchos de sus bocetos, sino porque Rodrigo Sánchez las ha puesto en página con un talento que potencia aún más la fuerza de las imágenes. La edición de los textos que abren el libro es un trabajo de diseño a la altura de las geniales ilustraciones. No soy parcial, claro. Por eso lo mejor es que ojeen el libro. El libro impreso.







Volver a editar o reimprimir un libro de estas características es muy difícil, así que todos aquellos a quienes les interese la ilustración y el diseño deberían aprovechar para hacerse con una joya como ésta que, con el paso del tiempo, lo único que puede hacer es revalorizarse. Vayan a la web de Libros.com. Y, por supuesto, vean los originales, alucinen con ellos en la calle Larra de Madrid.