Mostrando entradas con la etiqueta Exposiciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Exposiciones. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de enero de 2013

Saul Bass, el hombre de los títulos de crédito


Puede que los títulos de crédito que habéis podido ver en el vídeo de arriba sean unos de los más famosos del mundo del cine (descontando los de la saga James Bond), de los más reconocibles, e, incluso, de los más sencillos (en cuanto a número de elementos) y efectivos.



Saul Bass, su creador, no empezó, como puede parecer por su extensa obra, en el mundo de los carteles y créditos cinematográficos. Aunque también empezó vendiendo sueños: trabajaba en publicidad, en agencias de Nueva York y posteriormente en Los Ángeles (todo muy Mad Men). Fue precisamente en Los Ángeles donde entró en contacto con el cine y, tras la petición de Otto Preminger, haría su primer cartel para la película Carmen Jones. A Otto le gustó tanto el cartel que le encargó los créditos iniciales.



A partir de ahí, su trayectoria se dispara y los grandes directores quieren trabajar con él. Y muchos lo consiguieron. De sus trabajos con Martin Scorsese, Spielberg o Willy Wilder salen auténticas obras de arte que suponen una muesca en la historia del Diseño Gráfico y el Cine. Obras inmortales como el cartel o los títulos de crédito de Anatomía de un asesinato, El rapto de Bunny Lake, Psicosis, Vértigo, Horizontes de grandeza, Goodfellas, Oceans Eleven, El cabo del miedo (la de Rober de Niro), La edad de la inocencia, Éxodo o Con la muerte en los talones. Casi nada.


De esta maestría sabe mucho Gerardo Vera, también director de cine y coleccionista a tiempo completo de carteles de películas. Con su archivo, el Círculo de Bellas Artes de Madrid ha montado  (hasta el 17 de febrero) una modesta exposición (por tamaño y por escasez de recursos [ni un triste folleto y ni mucho menos un catálogo/libro] pese a los dos euros que cuesta la entrada) con algunas de las piezas más representativas del artista norteamericano.


Así, se pueden ver clásicos como el cartel de Anatomía de un asesinato, una oda al minimalismo y al menos es más; el más que reconocible cartel de West Side Story (sí, también lo hizo él); o el de Vértigo (no hace falta que veamos el título, ya sabemos qué película es). Carteles grabados a fuego en la cultura popular del séptimo arte  Pósters que van desde lo más icónico a lo más realista; desde el uso de dos, tres colores y una esmerada (y muy acertada) tipografía al recorte y silueteado de fotografías; unos carteles que igual beben de la Bauhauss, Picasso o el hipermodernismo. Un auténtico "artista ecléctico, inclasificable", como reconoce Vera.


También se pueden disfrutar de pequeñas, y desconocidas, joyas que llevan la firma de Bass. Y digo firma porque es así, firmados en un lateral, como un cuadro. Un descarte (mucho mejor que el original señor Kubric) de Spartacvs (que pasaría por una pieza hecha por los mejores estudios hoy mismo); un cartel japonés del Puente sobre el río Kwai 2 (o algo así, no queda muy claro en la exposición); o una estremecedor póster de La lista de Schindler descartado por "no ser comercial (¿?).


Imagen extraída de www.lachicadelflequillo.es

De todo este material (y más que ha quedado grabado en nuestras retinas), se puede inferir que Bass era el "más grande diseñador de carteles y títulos de crédito", como dice Vera en la presentación de la exposición. Y no podemos reprochar nada, porque es verdad. O acaso alguno de vosotros no ha dicho "qué pedazo de títulos de crédito" y se ha fijado para ver quién los había hecho. Eso, creo, sólo lo ha conseguido una persona: Saul Bass.

 El cartel no comercial de La lista de Schindler


Algunos de los carteles de Bass




Fotografías de la exposición de Mario Benito


ACTUALIZACIÓN

Tras la publicación de este artículo, Roberto Gamonal —tipógrafo, investigador del diseño y la tipografía, periodista, maestro de Periodismo en la Universidad Complutense y de Tipografía en el Istituto Europeo di Design, socio fundador del taller-escuela-laboratorio de investigación de imprenta artesanal La Familia Plómez y coeditor del blog de referencia sobre tipografía en lengua castellana Unos Tipos Duros, por citar lo más destacado...— y amigo de encajabaja a quien tenemos mucho cariño, nos ha hecho llegar "por si os puede interesar" un completísimo trabajo suyo sobre títulos de crédito —con especial incidencia en la tipografía, y en el que se destaca evidentemente la figura de Saul Bass—.



El trabajo, titulado "Píldoras creativas del diseño gráfico en el cine" (aquí tenéis el pdf) se publicó en la revista 'Icono14'  (revista científica sobre Comunicación y Nuevas Tecnologías) en el año 2005, además de la profundidad y el rigor del análisis incluye una gran muestra de imágenes muy relevantes, así como una interesante bibliografía. Todo un lujo que agradecemos a Roberto y que ya nos diréis si "es de interés" o no... Leed, leed.

miércoles, 16 de enero de 2013

Imogen Cunningham

Entre esta imagen de aquí...


... y esta otra imagen...


... median casi 70 años.

La primera fotografía es un autorretrato de la gran fotógrafa norteamericana Imogen Cunningham. Una de sus primeras obras, tomada en 1906 en el campus de la Universidad de Seattle donde estudiaba química con el fin de avanzar en la fotografía. Tiene 23 años, está tumbada, desnuda y, evidentemente, ocasionó un pequeño escándalo.

La segunda imagen no es de Imogen porque es ella, precisamente, la excéntrica ancianita que se acerca con su cámara rolleiflex colgada, a una joven desnuda con la intención de fotografiarla, como suponemos que hizo en innumerables ocasiones durante muchos años. Lo hace al aire libre, en plena naturaleza, como solía fotografíar también. Tal vez por eso, sea uno de los mejores retratos que le hicieron, para mí, el mejor. En esta segunda fotografía de 1974 —dos años antes de su fallecimiento—, que fue portada del libro de Judy Dater 'Imogen Cunningham. A Portrait', tiene más de 90 años y también aparece 'fotografiado' su espíritu libre, inquieto, curioso...

Ambas imágenes, separadas por décadas y por técnicas distintas, comparten sin embargo algo intangible. ¿Libertad? De contenidos, formal, de creación, de transgresión, riesgo y búsqueda....

Esta otra imagen de Imogen Cunningham es de 1928...


... y de cualquier año en que la miremos. Es una obra maestra absoluta. Es intemporal. Su autora ha superado ya la primera fase 'pictorialista' de ese primer autorretrato, y evoluciona a toda velocidad hacia lo que se denominó la "nueva objetividad" formando parte en 1932 de la fundación del grupo llamado 'f/64' (la nitidez absoluta frente a los 'desenfocados' paisajes brumosos de cuentos de hadas del 'pictorialismo') junto a fotógrafos como Ansel Adams o Edward Weston. Luces y sombras, composición, texturas, abstracción y realismo unidos.... Una obra maestra que ya no pertenece a ningún estilo, sólo al suyo propio, al de ella, ni a ninguna época, porque es de todas. Una obra grandiosa que está copiada a un tamaño muy pequeño de apenas 7 por 9 centímetros (más pequeño que lo que veis ahora y aproximadamente la mitad del tamaño que aparece si pincháis en la imagen), expuesto sin que se vea en absoluto eclipsado, casi todo lo contrario, junto a las grandes copias, espectaculares, de las fotografías que Cunningham hizo de motivos vegetales.


Grandes tamaños y excelencia en la calidad técnica, además de artística. Copias en gelatina de plata sobre maravilloso papel baritado con un resultado casi ¿orgánico?, de vida que parece poderse tocar, y que la tecnología digital no ha conseguido todavía emular por la sencilla razón de que nunca va a poder hacerlo. Hará otras cosas, muchas y mejores, pero esto... no.

Por eso ninguna pantalla puede reproducirlo tal y como es, tal y como la depuradísima técnica de estos auténticos genios de la fotografía del siglo XX alcanzó en un camino que ya nadie más sigue  (aquí estáis viendo aproximaciones, proyecciones de imágenes de imágenes). Ni lo consigue la reproducción de las imprentas. Hay que verlo, pues, si podéis, en las copias de gelatina de plata que exhibe la Fundación Mapfre de Madrid en la que posiblemente sea la mayor y más completa exposición sobre esta grandisíma fotógrafa de las organizadas en nuestro país hasta ahora (al menos, que yo tenga constancia). Pero no lo dejéis para más adelante, porque la muestra termina el próximo domingo, 20 de enero.



Y para terminar, no podemos dejar de incluir, por razones evidentes, la Periodiquería que Imogen Cunningham fotografió en Oakland (Estados Unidos) en 1939.


jueves, 20 de septiembre de 2012

'La tela de torear'

Esta tarde se inaugura en sala Spa[z]io de Madrid (calle Víctor de la Serna, 1, callejón) la exposición fotográfica 'La tela de torear' de la fotógrafa Begoña Rivas, una de las más grandes profesionales del fotoperiodismo de nuestro país, y compañera nuestra hasta hace muy poco. Como está sucediendo en nuestro país, y muy en especial en el mundo de la prensa, los 'recortes' como pretendida solución cuando en realidad son parte del problema crean un círculo vicioso que no hace sino ahondar el problema.

La muestra, de obligada visita, está formada por 20 fotografías centradas en el mundo de los toros, desde una mirada distinta, llena de sensibilidad y de poderío técnico, como podéis ver en estas dos imágenes que amablemente nos ha enviado la propia Begoña junto con un pequeño texto donde ella misma 'se explica' para los lectores de encajabaja.




La tela de torear

El traje de luces; los bordados; los capotes; castoreños y monteras, todo lo que rodea y viste el mundo del toro me fascinó desde el primer momento. Con este trabajo he puesto el foco de atención en los elementos haciendo un repaso al barroquismo que adorna este espectáculo y que a veces se escapa al ojo humano. La faena termina el día de la fiesta pero para llegar a ese día otros maestros ya han hecho su trabajo dando las últimas puntadas para que no falte ningún detalle.

Enhorabuena y mucha suerte Begoña, una vez más, por este trabajo. Para nosotros ha sido un honor y todo un lujo compartir contigo redacción y poder trabajar con tus imágenes durante todos estos años.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Hockney y el iPad

La primera vez que oí hablar de David Hockney, bueno la primera vez que me interesé realmente en él porque su nombre ya me 'sonaba' como 'pintor pop', fue hace unos diez años, con la publicación de su obra El conocimiento secreto, uno de los más apasionantes y controvertidos libros sobre arte, en el que argumenta nada más y nada menos que desde el siglo XV los grandes maestros de la pintura utilizaron diversas tecnologías (principalmente ópticas, como la cámara clara y la cámara oscura) para 'calcar' la realidad. Un libro maravilloso editado sin escatimar medios, ni precio, que merece un artículo por sí sólo... como mínimo, y que por supuesto haremos.


Ahora es una exposición, "Una visión más amplia", en la que se muestra la obra reciente de Hockney la que vuelve a reclamar mi atención. Porque resulta que Hockney, a sus más de 70 años, ha vuelto a su Inglaterra natal (tengo que confesar que no pocos habíamos supuesto que se trataba de un pintor norteamericano porque después de haber conseguido cierto renombre en Londres siendo ya estudiante, su reconocimiento internacional llegó cuando en los años 60 se instaló en Los Ángeles con sus cuadros 'pop' de brillantes colores saturados), y a su regresó a Inglaterra, decíamos, al condado de Yorkshire en 2006, se interesó por la naturaleza de su lugar de nacimiento como antes lo había hecho con los grandes espacios abiertos del oeste norteamericano. En especial, por los cambios que la naturaleza sufre con las estaciones, con la luz, que en esta comarca de la nubosa Inglaterra implica distintos paisajes en apenas horas, o incluso menos. Con una energía no ya impropia de un hombre de 70 años sino para cualquiera, empezó a pintar esa naturaleza utilizando todo tipo de técnicas: al óleo, con acuarelas, carboncillos, cuadernos de bocetos, fotografías (tomadas con nueve cámaras montadas en un vehículo porque así considera que logra una imagen más cercana a lo que vemos), vídeo, Photoshop en ordenador, iPhone, iPad... hasta lograr en unos cinco años, aproximadamente, lo que parece la obra de toda una vida. Unas doscientas obras, algunas de inmenso tamaño, que llenan toda la segunda planta del monumental Museo Guggenheim de Bilbao.



Sí, iPad. Y aunque a primera oída, que no vista, pueda parecernos una 'modernidad' vacía, apuntarse a lo más avanzado para llamar la atención o incluso un querer luchar en vano contra el paso del tiempo estando a la última porque sí, nada más lejos de la realidad tratándose de un absoluto maestro que, además, ha investigado durante toda su vida todas las tecnologías del arte pictórico, poniéndolas en práctica. Su mencionado libro El conocimiento secreto no es sino una investigación de la tecnología de la pintura desde el siglo XV, por no mencionar sus impresionantes collages del cañón del Colorado realizados con cientos de fotografías polaroid en la década de los 80 y que también pueden verse en esta exposición, o sus trabajos posteriores con el fax, o con sus sistema de nueve cámaras y después con Photoshop.


Collages fotográficos de The Grand Canyon (1982) y La Autopista de Pearblossom (1986)

En 2009 comenzó a dibujar con un iPhone y en 2010 con un iPad (afirma que fue uno de los primeros en comprarse uno). Utiliza la aplicación Brushes (5,99 euros), un sencillísimo y potente software de dibujo que permite controlar trazos, colores, transparencias, ampliaciones de hasta el 3200% para acceder hasta el más mínimo detalle e incluso cinco capas que se mezclan entre ellas a la manera de Photoshop. Una de tantas apps que a pesar de su simplicidad posibilita, sobre todo en manos de un absoluto maestro de la pintura y el dibujo como Hockney, un resultado asombroso. Cuesta trabajo creer que muchos de los innumerables ¿cuadros? colgados en la sala denominada La llegada de la primavera en Woldgate, East Yorkshire, en 2011 (dos mil once), unas 70 imágenes de un metro y medio de altura cada una colgadas en dos filas, estén realizadas con la famosa tableta de Apple, porque captan la luz, los colores, texturas y hasta la atmósfera cambiante como la mejor de las técnicas tradicionales. Es increíble. Como increíble le pareció a Hockney en 2011 la posibilidad de imprimir las imágenes del iPad a ese enorme tamaño sin que se 'pixelicen' lo más mínimo. "Entonces descubrí que podía llenar paredes y paredes con mis dibujos", reconoce. La sala está 'presidida', además, por la que posiblemente sea la obra más importante de todo este período del autor, un óleo en este caso, un inmenso óleo lleno de árboles, hojas de los árboles y colores de más de nueve metros de largo y 3,6 de altura, formado por 32 lienzos, y que es la imagen que da imagen a toda la exposición, portada del magnífico catálogo incluida.

The Arrival of Spring in Woldgate, East Yorkshire in 2011 (twenty eleven). Óleo sobre 32 lienzos
365,8 x 975 cm; (91,4 x 121,9 cm, cada uno); parte de una obra de 52 piezas


Dos de la serie de 70 dibujos realizados en iPad e impresos en papel a un tamaño de 144,1 x 108 cm, que forman parte de la serie de La llegada de la primavera en Woldgate, East Yorkshire, en 2011 (dos mil once)




Es la "inmediatez" la característica más poderosa del iPad, según Hockney. Puede tomar apuntes del natural a una velocidad asombrosa con sus dedos sobre una "libreta cuyas hojas no se acaban nunca". Un dibujo, otro, otro... según avanza en el asiento del copiloto del coche por el condado de Yorkshire. Envía muchos de esos dibujos espontáneos a sus amigos desde la propia tableta por email, pero la mayor parte de los bocetos se quedan almacenados en la memoria digital hasta que llega a su estudio donde sigue trabajando en ellos para darles el acabado final, en el que además de los dedos utiliza un puntero. Logra así 'atrapar' la luz cambiante, o casi.







En la muestra hay también varios iPads en los que se ve la 'película' de sus dibujos en la tableta. Porque Brushes tiene además esta posibilidad, la de crear un vídeo con todos los pasos del dibujo que hemos ido realizando. Los trazos, la vuelta atrás, el borrado, nuestros titubeos —y los del maestro Hockney, por supuesto—, los distintos caminos de nuestros dedos sobre la pantalla de cristal. Diría que es una aplicación tan fácil de usar (tan fácil y potente que me recuerda, salvando las distancias, a nuestro querido Quark) que incluso un niño aprende a manejarla de manera intuitiva él solo, pero creo que en esto los niños nos llevan ventaja, así que diremos que es tan fácil usarla que incluso un adulto aprende en muy poco tiempo a utilizarla. Luego el resultado... pues como siempre decimos, incluso en maquetación y diseño. Que una cosa es la herramienta, y otra nuestros conocimientos, nuestro talento, lo que queremos hacer... todo eso que ningún ordenador ni software puede emular porque es pura actividad humana.





Primer dibujo realizado por Javier en Brushes con  los menús principales que ofrece el programa (colores, pinceles, capas). Finalmente, vídeo que realiza el propio software con el 'historial' del dibujo (que es exactamente lo que se puede ver en la exposición de Hockney con su autorretrato y varios trabajos más).

La exposición "Una visión más amplia" puede verse en el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el 30 de septiembre. Todavía tenéis tiempo para hacerlo si tenéis la suerte de estar por estas fechas en esta gran ciudad. Y si a alguno de estos 'afortunados' no les gusta la exposición de Hockney, que todo puede suceder, siempre le quedan las instalaciones de hierro oxidado de Richard Serra de la planta baja del museo, el propio museo en sí, o incluso una muestra, nada más y nada menos, que de toda la serie de los grabados de Goya (tecnología sobre el grabado y el aguafuerte incluida en la propia exposición, porque también el genial, y brutal, Francisco de Goya fue un avanzado y curioso explorador de todas las posibilidades gráficas del momento) en el Museo de Bellas Artes, 'Goya, estampas de invención', unas calles más arriba en este Bilbao antiguo y vanguardista, lleno de contrastes, de vida y de cultura.




jueves, 26 de julio de 2012

Hopper, Hopper...

Ningún método de impresión reproduce fielmente los originales. Ni siquiera las fotografías por muchos millones de píxeles y procesadores ultrapotentes o moléculas de plata pigmentadas que gasten, consiguen exactamente los mismos colores que retratan, cuanto más un medio de impresión con tintas que intentan después en vano —aunque con crecientes mejoras— llevar al papel esas fotografías que previamente habían fracasado. La impresión y la fotografía son un fracaso... siendo un éxito porque, a pesar de todo, consiguen la ilusión de representar la realidad. Logran que nos lo creamos. Pero con Hopper.... hay que ver sus cuadros originales, expuestos este verano en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid para constatar mucho más que en otros casos esta derrota de las reproducciones.



Imágenes de pantalla (vuestras pantallas) de fotografías de impresiones de fotografías de los cuadros de Hopper.

María Benito nos espera en la puerta del museo y nos hace un breve y certero resumen de lo que vamos a ver: "Primero tenéis las obras de formación; después, en una pantalla se proyectan las ilustraciones que hizo para las portadas de revistas antes de ser famoso; luego están los grabados, que merecen mucho la pena, y las acuarelas, que son buenísimas y con las que empezó a ser reconocido, y al final, está el Hopper, Hopper...".










Y así fue. Y efectivamente, cuando llegas al Hopper, Hopper... sólo puedes pronunciar puntos suspensivos. Te quedas sin palabras ante la fuerza, el magnetismo y el poder de las imágenes de un auténtico maestro. Imágenes que nada, o muy poco, tienen que ver con las fotografías que antes habíamos visto de sus cuadros y que ya admirábamos sin sospechar que las originales sí que son admirables. Porque los colores... Porque la luz... Porque los encuadres... Nada que ver con esa soledad algo lúgubre de las fotografías de su obra. Es una ¿soledad luminosa?, la luz sale de los cuadros. Es una composición 'cinematográfica', llena de los famosos 'planos americanos', como fotogramas aislados de una película norteamericana... pero no del todo. Los 'planos' cortan las figuras humanas más abajo que en el cine, casi por encima de los pies, dejando mucho espacio por encima y 'aplastando' así a sus personajes; los encuadres son inverosímiles a veces (¿por qué se termina ahí lo que vemos?, ¿falta algo que nuestra imaginación debe completar?); los colores no son los de la realidad, tan brillantes, pero crean una realidad real, o soñada... En la página web de The New York Times, The Original Edward Hopper compara de manera muy interesante los lugares reales con lo que Hopper vio. El Hopper, Hopper...

Vamos a dejarlo mejor todo en puntos suspensivos y si tenéis la oportunidad, visitad esta fantástica exposición de Edward Hopper (1882-1967) en Madrid. Hasta el 16 de septiembre en el Thyssen, junto a las alambradas que la policía antidisturbios tiene colocadas de forma casi permanente en torno al Congreso de los Diputados, otra realidad paralela.




lunes, 5 de marzo de 2012

Grafistas

"Diseño habría que reservarlo para las creaciones en tres dimensiones, mientras que el término grafismo es más adecuado para dos dimensiones", frase que manifestó en alguna ocasión el diseñador gráfico Josep Artigas y que ahora está impresa en una pared de cartón dentro del Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid como parte de la exposición 'Grafistas. Diseño gráfico español, 1939-1975'. (Dossier de la exposición en pdf.)


Impresa en paredes de cartón en el interior de un edificio del siglo XIX que, con sus colecciones permanentes son monumento histórico artístico, junto a las frases y a una selección de las obras de los más importantes diseñadores gráficos españoles en la época señalada, auténticos pioneros que trabajaron en muchos casos aislados internacionalmente (nada que ver con lo que sucede ahora gracias sobre todo a internet) y que salieron adelante a golpe de puro talento, creatividad y tesón. Ricard Giralt Miracle, Josep Renau, Josep Morell, Alexandre Cirici Pellicer, Enric Huguet, Tomás Vellvé, el ya mencionado Josep Artigas, Amand Domènech, Josep Pla-Narbona, Manolo Prieto, Fermín Gargayo, Gervasio Gallardo, Joan Pedragosa, Daniel Gil, Julián Santamaría, Jordi Fornas, José Santamarina, Luis Seoane, Ernest Moradell, Juan Toribio, Pepe Cruz Novillo, Arcadi Moradell, Enric Satué, Alberto Corazón, Joan Brossa...






Diversos trabajos expuestos entre los que reproducimos una portada de 'La Codorniz', los geniales diseños que realizó Pepe Cruz Novillo para las cajetillas de cerillas en 1966 (que forman parte ya de nuestra cultura visual), o el poema visual de Joan Brossa 'A desmontada', de 1974


Es imperdonable que no hayamos estado antes aquí, y no podemos decir que 'no sabíamos nada' porque se trata del típico caso de 'lo dejo mejor para mañana', porque la cantidad y la calidad de lo que se expone es absolutamente brutal... y no todo lo conocido y reconocido que debiera. Mención aparte merece el enorme 'gráfico' que a modo de línea de tiempo recorre todas las salas de la primera planta con una cronología nacional e internacional en la que figuran los principales diseñadores y sus trabajos.




Revistas de diseño gráfico y el 'gráfico' completo con la cronología de autores y obras que se despliega a lo largo de varias salas de la primera planta de la exposición, como se ve en las otras imágenes (y en detalle)



Además, en la primera planta se ha recreado el estudio de uno de los diseñadores, con materiales y mobiliario original:



Seguro que todavía algunos recordáis el famoso 'letraset'...


Paredes de cartón, puro diseño gráfico también la propia exposición absolutamente imprescindible para todos aquellos que se dediquen a este... ¿arte, artesanía, profesión? y muy recomendable para quienes se interesen por la comunicación, por el arte, por la vida... y que hasta el próximo mes de abril tenéis todavía la oportunidad de visitar en un edificio histórico situado entre la Cibeles y el Retiro.

En esta exposición se puede ver el original del 'Toro de Osborne', diseñado en 1956 por Manolo Prieto, posiblemente el logotipo más universal de los diseñados en nuestros país, hasta el punto de haberse convertido en un icono que nos representa y que por ello fue reconocido en sentencia judicial como patrimonio artístico cultural... muy a pesar de su autor, quien ha lamentado en alguna ocasión que a pesar de su enorme obra sea conocido sólo por esta creación


Y como empezamos dejando que fuese un diseñador quien hablara, dejamos que terminen hablando ellos:

Jordi Fornas: "Con el máximo respeto hacia las artes aplicadas, el diseño gráfico y la publicidad son una rama de aquellas y, por ese motivo, están condicionadas a una finalidad útil. El autor no puede desarrollar su pensamiento, como diseñador, con libertad".

Ricard Giralt Miracle: "Después del ordenador vendrá otra 'cosa' y también surgirán artesanos de esta 'otra cosa', poetas que escribirán líneas bellísimas...".

Julián Santamaría: "El diseño, lo que llamamos diseño, es el futuro del arte. Llegarán a desaparecer los cuadros. Porque todo se hace bonito: los coches, la ropa, las cajetillas de tabaco".

Tomás Vellvé: "Nunca he interpretado mi trabajo. Desde el principio al fin confío en mi intuición. Persigo un objetivo honesto que me dicta mi interior y que no puedo explicar".