sábado, 24 de noviembre de 2007

A veces no hay que hacerles caso

A los redactores nos referimos, por supuesto. Y hay que decirles que no. Porque en su afán de tener la sección pintada (qué bonito símil) cuanto antes, no tienen en cuenta el ritmo del que hablamos en anteriores artículos. Se enfrentan al folio en blanco y se obcecan, se atoran, se bloquean. Y no están nada inspirados, la verdad. Para muestra un botón.


Esto es lo que nos traían el otro día para pintar varias páginas de M2 la revista de Madrid (hablaremos de ella y sus peculiaridades un día de estos). ¿Cuál es el fallo?. Fácil. Todo titulado de la misma manera: a cuatro por arriba, excepto la primera, que va a cinco por abajo. En definitiva, todos los títulos similares, parecidos, miméticos. En este caso lo atribuimos a las prisas porque conocemos al [gran] redactor que nos trajo el "paginero" (bonita palabra, también) y sabemos que se preocupa por estas cosas de que "no quede todo igual".

Total, que hubo que rehacerlo todo para que tuviera una estructura un poco más elaborada, con un poco más de ritmo, a lo "Rehab", de la tan polémica y poliadicta Amy Whinehouse.

Pero cuando pinten sus secciones, por favor, tengan en cuenta las páginas como un todo, no como estructuras independientes. Las páginas, al igual que la Historia, no son departamentos estanco, todas tienen una relación entre sí.

jueves, 22 de noviembre de 2007

¡Hágase el blog!

Si existir consiste en que te nombren, y al parecer así se creó el mundo, ¡ya existimos! Somos desde hace dos meses, concretamente desde que se publicó la última edición del más prestigioso diccionario de la lengua española, el Diccionario de Uso de María Moliner, en el que figura por primera vez en nuestro idioma una entrada dedicada a la palabra "blog".

  • blog. (ingl. afér. de weblog, de web y logbook, cuaderno de bitácora, pl. blogs.) m. Inform. Sitio web o parte de él actualizable permanentemente donde se recopilan por orden cronológico escritos personales de uno o varios autores sobre temas de interés y en el que se recogen también los comentarios enviados por sus lectores. = Bitácora, weblog. => Internet.
Y tenía que ser, evidentemente, este diccionario quien nos diera la vida. Porque es el diccionario que lleva dando vida a las palabras en castellano desde su primera edición en 1967. Es un libro en dos tomos que tiene una historia apasionante detrás, como relató García Márquez en un artículo periodístico publicado en El País en febrero de 1981, por lo que tal vez sea demasiado atrevido que lo contemos nosotros también. Aun así lo intentaremos brevemente.

María Moliner fue una señora que al cumplir 52 años, viéndose liberada del cuidado y crianza de sus tres hijos, decidió escribir un diccionario. Era el año 1951 cuando esta bibliotecaria licenciada en Filosofía y Letras en Zaragoza, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y comenzó a llenar esas fichas caseras con palabras, todas las palabras. Calculó que lo terminaría en dos años, pero trabajó en solitario en su casa alargando los dos años en otros dos años y luego otros dos años más hasta que en 1967 la Editorial Gredos consiguió que publicara la primera edición con más de 80.000 palabras y unas 3.000 páginas en dos tomos. Es una labor para una sola persona de tal envergadura, tanto física como intelectual, que no se puede imaginar, pero es que además, su diccionario supera no sólo en extensión sino en calidad, y sobre todo en utilidad (no en vano se llama de uso, porque no sólo define sino que indica cómo se usan las palabras) al propio Diccionario de la Real Academia. Tal vez por eso NO LA ACEPTARON como académica cuando en 1972 se propuso su candidatura, que además fue la de la primera mujer. Falleció en 1981 y en 1998 se publicó una segunda edición corregida que todavía es motivo de querella por derechos de autor y que uno de sus hijos considera un libro "apócrifo".

Los tiempos han corrido tanto que no sólo ahora se incluyen por primera vez términos como "blog", "chat", "internet" o "sms", es que en aquella primera edición que tengo en mi estantería no existe entrada alguna para "informática", y "ordenador" es el "aficionado a poner las cosas en orden" o el que "ordena los pagos de Hacienda". Maravilloso, ¿no?


Desde el punto de vista tipográfico tenemos que aventurarnos porque la Editorial Gredos no sólo es incapaz de mantener el nivel del diccionario en esta tercera edición, y no les culpo porque desaparecida su autora es imposible hacerlo por mucho equipo de expertos que hayan trabajado en él, sino que a su personal tampoco les alcanza la educación para contestar nuestros correos solicitándoles los datos técnicos de su primera impresión. Y como es mucho aventurarse entre los incontables tipos de letra que ahora existen aceptamos críticas y correcciones a nuestra valoración: se compuso en un tipo de letra Cheltenham (o algo muy parecido) del cuerpo 7, interlineado a 7 puntos, en dos columnas de 15 cíceros con 3 puntos cada una separadas por un medianil de un cícero; las entradas para cada una de las voces son de un cuerpo 9,5 en negrita.

Y ahora ya estamos en él, por eso hablamos del Diccionario de María Moliner, porque somos una palabra más entre sus 94.000 actuales y porque, en definitiva, la mayor parte de nuestros diseños son soportes para palabras, las que se dedicó a recopilar en pequeñas fichas una mujer. Una a una hasta tenerlas todas.

viernes, 16 de noviembre de 2007

A veces coincidimos

Y entonces se produce la solidaridad editorial, o un poquito de ella, porque el último término ideado por el mutante Baruch es, cómo no, muy ambicioso. Si mutante se refería a ese nuevo periodista multiforme del que el Norbi es precisamente el máximo exponente, su solidaridad editorial "no es otra cosa que establecer una red de trabajo donde el periodista piense visualmente y los diseñadores piensen periodísticamente". Cito textualmente porque no podría resumirse mejor. En tan pocas palabras, con toda la sencillez de las grandes ideas. Y la contundencia.

Algo de esto sucedió la otra noche, no sé si de Luna llena porque desde el interior de la redacción no se ve y desde la calle, en Madrid, apenas distinguimos el cielo de la noche cubierto como está con una lona anaranjada de luz artificial, pero sí disfrutamos de una conjunción solidaria de planetas periodistas y satélites maquetas, alineados en este caso con una estrella brillante en forma de fotografía.

Esta es la página de primera edición de la sección Mundo con la que apareció el redactor jefe de cierre anunciando, sonrisa encantadora por delante, que "había que darle una vuelta". Y me dio una vuelta el corazón. Llegaban por agencia noticias sobre incidentes violentos entre estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas (esto sucedió sin que fuera allí ningún rey español ni nada parecido, ¿eh?, en este caso concreto creo que se pelearon entre ellos sin ayuda externa), con el resultado de varios heridos de bala. "Claro que lo que más nos interesa son las imágenes, poder dar alguna en esta página... están llegando fotos muy buenas de AP" (la agencia Associated Press). Y me dio el sobresalto cardíaco porque lo habitual en ocasiones así es el desbarate absoluto, en un minuto, de lo que se ha pensado y hecho durante todo el día. Y no, las arritmias desaparecieron al ver las fotos, en realidad, al ver la foto; el zafarrancho lo propuse yo entonces: la foto, el fotón, había que darlo a cuatro columnas. Para eso, eliminamos la anterior imagen a tres del tema principal sobre la crisis en Paquistán manteniéndolo no obstante como tema principal porque si ellos habían pensado visualmente la noticia de Venezuela (al menos un poco, en términos de fotografía) yo recompuse la página pensando en términos periodísticos (otro poquito, sin abusar ninguno) de manera que lo más importante tipográficamente seguiría siendo Paquistán. Se pudo recolocar la publicidad en otra página y conservar todo lo demás prácticamente igual.

¿Por qué es tan buena la fotografía? Pues aparte de que porque nos gusta mucho, como todos decíamos solidarios la otra noche, porque lo tiene todo, absolutamente todo. Porque ella sola cuenta la historia con esa fuerza y contundencia visual a la que no llegan las palabras, al menos no tan rápido. Fuerza y contundencia que se producen por una mágica unión de forma y contenido que alguna vez sucede, y por eso nos gusta mucho, como decíamos que decíamos.

La fotografía muestra la lucha de dos jóvenes contra otros dos (grupos de estudiantes enfrentados) separados por una puerta (dos bandos diferenciados), y a uno de ellos empuñando una pistola contra los otros (heridos de bala). Los rostros nos transmiten el dramatismo del momento, pero hay más, la forma, la composición casi perfecta con una línea vertical creando tensión (es de las veces que más claro he visto esa teoría de la gramática visual sobre tensión vertical y reposo horizontal). Y qué me dicen del fuerte contraste entre la zona oscura en el lado izquierdo, precisamente de donde emerge el pistolero, frente a la zona clara de sus oponentes, contraste que, casualidades del destino, es uno de los elementos visuales que más acentúan el dramatismo. El toque de color es ese naranja central, naranja de peligro. Un prodigio de imagen disparada en centésimas de segundo por la propia intuición del fotógrafo que, como todos comprenderán, en medio de un tiroteo no creo que se ande analizando encuadres. Un pequeño milagro que nos puso de acuerdo aquella noche de solidaridad editorial.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Ibáñez dibuja la portada de El Cultural


Si esto fuera Magos del Humor, de Mortadelo y Filemón, media ciudad de un país imaginario (que bien podría ser cualquiera de España) estaría persiguiendo a los dos maltrechos "detectives", Ofelia le estaría tirando los trastos a Mortadelo, el superintendente tendría escayolado hasta el último pelo y el profesor bacterio habría saltado por los aires con su último superinvento. Pero no es una viñeta de Ibáñez, por desgracia.

Es un pequeño homenaje a uno de los mejores cómics de humor españoles. Un homenaje a las rotundas curvas de la secretaria, a la barba del profesor, al bigote del jefe, a las gafas del larguirucho, a los dos pelos (ni uno más ni uno menos) del cascarrabias del pantalón rojo y, como no, al sulfato atómico. Y un homenaje a los pequeños pero enormes detalles de humor que son todas y cada una de las viñetas del gran Francisco Ibánez.

Pero no somos los únicos que le rendimos tributo. El Cultural, revista que publica El Mundo todos los jueves, dedica toda su portada a un autorretrato elaborado por el dibujante catalán con motivo de los 50 años de tan curiosa pareja. Una portada distinta a la que normalmente estamos acostumbrados en este tipo de publicaciones, donde se suele optar por una foto. Aunque El Cultural no es la primera vez que usa ilustraciones, pero sí es la primera ocasión (si mal no recuerdo) en la que el protagonista se pinta a sí mismo ad hoc para la revista.


Y en esta portada donde precisamente se ven esos pequeños detalles que hacen tan especial los dibujos de Ibáñez y donde se ríe de él mismo y de todo lo que le rodea. Botes de viagra, coronas de flores que llevan los personajes a su creador, sondas para latas de jugo de nabo, ofertas en ataúdes y su característica firma apoyada, como puede, en un par de muletas. Y así, una infinidad. Una genialidad de primera página que todos los amantes del cómic deberían guardar, al igual que el libro conmemorativo. Una joya. (Podéis ver una avance aquí, aquí, aquí y aquí.)


P.D. Una recomendación sobre el mundo del tebeo, "el género peor comprendido del mundo", como reconoce Scott McCloud en su imprescindible obra "Cómo se hace un cómic". Un repaso exhaustivo a todo el potencial que ofrecen. Un lenguaje poderoso y una capacidad comunicativa extraordinaria. Léanlo, verán como su percepción cambia de manera radical.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

101 gracias

Hoy celebramos nuestro post 101. El 101, no el 100 ni el 99, porque nosotros somos así. No nos gusta la ortodoxia, aunque a veces nos obliguen (obliguemos) a atarnos a ella. Porque nos gusta decir que NO, aunque en realidad pensemos que SÍ. Porque lo que hacemos es informar, aunque algunos piensen que sólo colocamos cajitas sin sentido. Y sólo algunas veces pronunciamos las palabras mágicas. Porque no nos gustan que intenten engañarnos. Nada de eso. Lo hacemos porque nos gusta el 101.

Y lo hacemos por todos vosotros, nuestros lectores, los que nos dejáis comentarios. Con ellos aprendemos y sobre todo, nos divertimos. Por eso, gracias a canales holandeses (!) encarni hinojosa, otras bombillas, u minúscula, fanuno, red miner, joel,dexter morgan, albert campillo, tres patar para un banco (!), maite, al fondo de la redacción, fernando, adriano, fer, mon, borja ventura, carlos valencia, nimo, cuatrotipos, ernesto, capsule2, melonkid, heral, miss delirios, snowgirl, wi-fi conection, buenos aires me duele, web cam, robinson, tomato soup, seguimos trabajando, r, jamm, olga rodriguez, fernando hernandez, juan, cristina, corondel, a cinco columnas, a tu lado, paty isa y sara, juan ramón martín, chiqui esteban, ferran pous, javo wero, millicent, josé alfonso de tomás y muy especialmente a anónimo, por su entusiasta participación. (Respetamos la ortografía de los nombres tal y como la pusieron sus autores.)

Pero también queremos dar gracias a Pedro Pérez Cuadrado y a Laura González Díez por todo lo que hacen desde el CEU, que es mucho, como sus encuentros y jornadas, a los ponentes de las mismas, a Norbi, por acogernos con cariño en Estepona (ché pibe) y nombrarnos "sucesores" de su Visualmente (estilo Jack Bauer), a los organizadores y ponentes de la V Cumbre Mundial de Diseño en Prensa, a todos los otros blogs compañeros que enlazamos y nos enlazan, a nuestros compañeros de sección en el periódico y al resto de colegas del periódico por el pozo sin fondo de anécdotas en que se han convertido... En definitiva, a todos aquellos que nos han facilitado esta aventura que comenzó una noche de verano y que sin vosotros no tendría ningún sentido.

Millones de gracias. El equipo de encajabaja.

Los cuatro miembros de encajabaja celebrando el post 101 entazabaja.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Páginas literarias

Tendrían que ser mis frases de una sencillez extrema, lo mas opuestas a rebuscados comienzos con un verbo, para que mi escritura fluyese como la de Ian McEwan. Depuradas, limpias, despojadas de cualquier amaneramiento y, sin embargo, luminosas, gotas destiladas de esencia pura y fresca. Las palabras justas en frases directas que por un inexplicable milagro de los dioses se abren en infinitos significados y emociones. Vuelvo la vista hacia las palabras anteriores y es justo lo contrario de lo que estoy haciendo, porque escribir así... ¿cómo se hace? Es para volverse loco.

¿Y a que viene todo esto, aquí? Pues a que dentro de la literatura a veces viven también los periódicos, incluso el diseño de una página puede formar parte de una novela. Como sucede en Amsterdam, publicada en 1998 en Londres y cuyo autor, evidentemente, es el mencionado Ian McEwan. Un grande del que también es muy recomendable leer la absorbente Amor perdurable, y, sobre todo, Expiación, convertida en un clásico con sus muy pocos años. Pero hoy hablamos de Amsterdam porque, además de su mencionada relación con la prensa es la mejor manera de empezar con este escritor. Esta novela absolutamente magistral obtuvo el premio Booker de ese mismo año en el Reino Unido, aunque he de decir que a mí los premios, de cualquier clase, me suelen reblandecer los músculos, algún músculo más que otro, también es cierto. Lo que realmente interesa es lo que cuenta y cómo lo cuenta.

Te agarra con fuerza y no te suelta desde el comienzo en el funeral de una bella, inteligente y joven mujer que reúne a cuatro de quienes fueron sus amantes: el viejo millonario aburrido con quien estaba casada; el actual ministro ultraconservador de asuntos Exteriores; Vernon, director del periódico londinense El Juez; y Clive, compositor musical de éxito que trabaja en una sinfonía del milenio. Clive y Vernon, amigos desde la juventud, forman parte de la élite progresista y culta de Londres en contraste con los otros dos hombres. El relato de una jornada en el periódico, incluida una hilarante reunión para decidir los temas del día siguiente, nos pone en situación de quién es este periodista de pocos escrúpulos que intenta salvar un diario en caída libre. También tiene dificultades el compositor para terminar su sinfonía: busca una melodía perfecta que no llega.

En un mundo complicado todo comienza a complicarse aún más cuando el viudo millonario pone en manos del director del periódico unas fotos comprometedoras que su esposa tomó del ministro de Exteriores vestido de mujer, el conservador azote de homosexuales. A pesar de la oposición de casi todos, incluida la de su amigo el compositor de quien esperaba más apoyo, Vernon decide publicar esas fotos para salvar al país de un político hipócrita y fascista y de paso las ventas de su periódico. Diseña él mismo la página, la primera página, porque “conocía la fuerza de lo que tenía entre manos. Dejaba que las imágenes hablaran por sí mismas”. Y cuando está a punto de enviarla a la rotativa, entonces.... pues sucede lo que no voy a desvelar, faltaría más, para que así leáis Amsterdam. No sé si el diseño de una página es literatura en alguna otra novela, pero en esta auténtica obra maestra sí lo es. Divertida, precisa e implacable en su crítica de la naturaleza humana a la que nadie escapa. Un derroche de inteligencia. Lean a McEwan, amigos, a los enemigos es mejor no recomendárselo porque podrían hacerse más sabios.



Y más

Otras novelas “periodísticas” de obligada lectura: Imperio, de Gore Vidal, fascinante; El americano impasible, del inmenso Graham Greene, sin palabras; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi, estremecedora y rebosante de estilo; Una sirena en la noche, del italiano Roberto Giardina, deliciosa novela juvenil que no ha perdido su frescura (¡es de 1978, joder!) en la que el protagonista es el periodismo.
Aunque estoy seguro de que no están todas y de que vosotros también tendréis vuestras novelas “periodísticas” imprescindibles, ¿no?

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cuando menos es más

A los redactores les encanta meter muchas fotos en sus páginas. Sí, es así. Vienen con una pila de fotos y te espetan: "Vamos hacer un álbum chulo [sic] con estas fotos que te traigo". Ahí te echas a temblar... Hay ocasiones en las que el álbum está justificado e incluso le viene bien al tema porque así los lectores pueden ver los personajes que han asistido al evento. Pero hay otras en las que merece la pena apostar por una sola foto que sea capaz de acompañar y complementar el mensaje que transmite el texto de la página. Una sola foto para dominarlas a todas.

Las páginas que hoy os traemos son un ejemplo de esto que os comentamos. El tema del día era la inauguración de la ampliación del Museo del Prado. Los Reyes le querían dar una dimensión especial al acto, de ahí la elección del cuadro Fusilamiento de Torrijos. Todo está milimétricamente preparado en la Casa Real, no se deja nada al azar.

Precisamente se elige una foto con fuerza para la portada. Los Reyes y las autoridades en una curiosa escalera sólo rota por la reina, custodian y casi imitan el cuadro. En la portadilla de la sección de Cultura se apuesta por otra gran foto. Los personajes ante la inmensidad de la ampliación. Como en la anterior imagen, un elemento que "rompe" la foto, la mirada del Príncipe Felipe hacia la claraboya que da luz a la sala.

Las tres páginas en cuestión. La última, finalmente, no salió

Y en la tercera página está la "polémica". Dar varias fotos, cuadradas, con varios personajes o apostar por una gran foto que acompañe al titular y lo explique. Porque no hay que olvidar que texto y fotos deben ir de la mano. No se entiende el uno sin el otro.

La primera opción de los chicos de Cultura fue dar un collage con cuatro fotos, cuatro planos con varios personajes, como un póquer de ases. Un poco plano, la verdad. No apostaban por nada y no ayudaban a comprender el título de la columna. ¿Quién se reconciliaba, Aguirre, el mandamás del BBVA? ¿Quién?... No quedaba claro.

Sin embargo un rato después bajó Fran, responsable ese día de la sección de Cultura y decidió cambiar la foto. "Vamos a dar esta más grande", dijo. Y mejoró el asunto, vaya si lo mejoró. Una foto grande con los personajes aludidos en el título bien centrados y pillados en un momento de "complicidad". Una foto que complementa perfectamente a la columna que acompaña, algo que no siempre sucede. Hasta el propio Fran, sorprendido, reconoció que quedaba "mucho mejor". Lo dicho, menos, a veces, es más.

Las tres páginas con la página que sí salió publicada