jueves, 29 de mayo de 2008

Usted, ¿no será periodista?
No, hombre, no

Pero, ¿por qué me pregunta usted eso? ¿Es que tengo acaso cara de periodista? No, hombre, no. Una regla no escrita que la experiencia y algunos maestros nos han enseñado es que nosotros nunca diremos cuál es nuestra profesión. Y viene a cuento porque la semana pasada leíamos en el blog vecino de nuestro colega Borja Ventura las desventuras y, sobre todo, recelos que le había supuesto confesar su condición de "journalist". Tuvo suerte, Borja, tan sólo un cuestionario verbal algo más intenso de lo normal con el funcionario de aduanas de Zimbabwe y la inscripción en lo más alto de su hoja de inmigración de la palabra "journalist" (es un formulario sin ninguna casilla específica donde declarar cuál es tu profesión) para que así estuvieran al tanto del dato cuantos controlasen su viaje, en especial las autoridades. Mucha más suerte que nuestro querido Bernardino M. Hernando, maestro de periodistas a quien hemos mencionado ya y seguiremos haciéndolo, cuando en una de sus clases, para ilustrar su consejo de maestro de que nunca dijésemos que somos periodistas, nos contó un viaje suyo a un país del Este en cuya frontera estuvo horas retenido (no recuerdo si más de 24) cuando amablemente contestó que era periodista al amable funcionario que desde ese instante dejó de serlo. Viajaba sólo por placer, como turista, repetía sin éxito cada vez que su guardián pasaba por la habitación en la que esperaba a nada. Sus compañeros de viaje, primero esperaron, luego acordaron esperarlo en el país siguiente, o algo así.

Después de oír aquello he sido tipógrafo en Cuba, "¿tipógrafo?", repitió el funcionario levantando su vista hacia mí al mismo tiempo que la humedad del Caribe se me contagiaba por todo el cuerpo. "Sí", afirmé con la firmeza del cemento chino. Miró a continuación a mi hija, que entonces tenía 6 años. "¡Quítele los espejitos al niño!", volvió a espetar detrás de sus espejos oscuros. Y le quité las gafas de sol a la niña. "Niña, es una niña". Y pasamos dejándonos mi mujer y yo tres kilos en sudor en aquel control de hojalata del aeropuerto. He desempeñado varios oficios dentro de las Artes Gráficas cada vez que he salido del país, e incluso en su interior, y en Estados Unidos no recuerdo lo que pude balbucear en inglés macarrónico y asustado en aquel control de entrada del aeropuerto JFK de Nueva York. Aterrado estoy todavía al rememorar aquellas cabinas con una negra gigante repartiendo al personal de la cola al grito de "¡You!", mientras señalaba con un dedo donde debías pasar, pero estoy seguro, del todo seguro, de que dije lo que fuera menos "journalist".

Y es que si queremos acceder a cualquier lugar, por inocente que sea el sitio y nuestra intención, nunca, pero nunca, diremos que somos periodistas. Y nunca, pero absolutamente nunca, confesaremos nuestra condición laboral de apestados periodistas (gráficos, visuales, textuales o del corazón, les da igual amigo Borja) si viajamos por placer a cualquier lugar del mundo (si es profesional, enviados por un medio, es otro cantar), en especial a países alérgicos a las garantías legales. En esos países, repito, nunca seremos periodistas; en los otros, en aquellos países occidentales, democráticos y avanzados como el nuestro, o los Estados Unidos... tampoco.



Porque es un mito esa imagen de las películas en la que el héroe esgrime su condición de periodista y enseña un carnet como tal con el que se le abren puertas, todas. Es un mito porque a los periodistas, en realidad, no se les deja pasar a ninguna parte. Todos, absolutamente todos, amigos y enemigos, desconfían de nosotros. Habréis vivido, y si no os lo podrán confirmar, aquellos actos políticos, económicos, empresariales o del tipo que sea donde asisten periodistas invitados... a la última mesa, escondidos en el lugar más recóndito donde no podamos ver ni escuchar nada.

De aquí se deduce la segunda regla no escrita que nuestro admirado Bernardino nos enunció: nunca, pero nunca, debemos pararnos delante de un portero, ventanilla, vigilante jurado o elemento disuasorio controlador del tipo que sea, provisto o no de gorra, humano o mecánico, situado en una puerta de acceso a un lugar al que queramos entrar. Muy al contrario, seguiremos andando con paso seguro, muy seguro, incluso sirve un "buenos días" mientras seguimos avanzando, siempre avanzando sin detenernos a no ser que se empeñen de manera concienzuda. Entonces, quedará a nuestro ingenio la manera de sortearlo teniendo siempre presente que, a no ser que estemos citados o acreditados por un medio, seremos cualquier cosa, policías o ladrones, cualquier cosa menos periodistas.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Receta en portada



Una vez más, El Periódico de Catalunya. Debe ser una de las pocas ocasiones en que una receta de cocina (con toda su polémica y debate detrás) aparece en una primera a nivel nacional. Al menos con este tamaño y fuerza.

lunes, 26 de mayo de 2008

Diseñario (XIX)

Nueva entrega semanal del Diseñario en la que el comité de expertos confía en que no haya "ausencias notorias", motivo por el cual trabaja duramente semana a semana esperando aportaciones de todos sus miembros, y por supuesto de cuantos quieran participar. Porque ya sabéis, se trata de una obra irreverente, sin pretensiones académicas y colectiva, abierta a todo tipo de términos que, como se ha dicho en más de una ocasión, aunque no se incluyan ahora por habérseles pasado el orden alfabético, aparecerán en la versión revisada final.





K


Kerning. O kern, no es el nombre de ningún diseñador americano ultramoderno. Es, simplemente, el espacio existente entre dos (a veces tres) caracteres individuales y está definido en un tabla para cada tipo de letra. El kern es proporcional, ya que es del mismo tamaño en puntos que el cuerpo de los caracteres. Los pares o tríos de kerning son "excepciones" que definen los diseñadores de tipografías para resolver problemas entre distintos tipos de letras, como por ejemplo cuando una "l" y un "i" van juntas. De no existir el kerning estas dos letras quedarían muy separadas. Sin embargo, al aplicar la tabla de kerning estás letras no se juntarán y así no parecerá que se odian como Pimpinela.
La palabra kerning deriva de la palabra inglesa "corner" (esquina, rincón, y en su acepción como verbo, arrinconar, tal y como se hace con las letras). En los tipos de metal hace referencia a ese pequeño saliente que tenían que hacer los tipógrafos en las piezas de plomo debido a la morfología de algunos caracteres para que la siguiente letra no quedara muy separada visualmente. En la tipografía digital, el kerning se aplica a cada pareja de letras y es un número que se añade a las características de espaciado de la letra.
No se debe confundir con interletreado o tracking. El tracking lo llevan todas las letras y es la suma de espacio para que se acerquen o alejen entre sí.

King-Pao. El más antiguo periódico del mundo... según quién cuente la historia. "King-Pao" o "Tsing-Pao" (las transcripciones del chino es lo que tienen) viene a ser algo así como "Noticias de la Corte", fuera de China se le llamó "Gaceta de Pekín" y fue fundado aproximadamente en el año 400 de nuestra era, cuando en Occidente no existía la imprenta ni las condiciones necesarias para que existiese hasta pasados más de 1.000 años, mientras que en China conocían ya los caracteres móviles atribuidos a un tal Gon-Khoung y que al final tuvieron menos fortuna y desarrollo que en Europa sobre todo por la complejidad de la escritura china y sus ideogramas que obligaban a que esos caracteres móviles fuesen miles y miles. Periódico impreso en imprenta, claro.
Y no sólo eso, el libro impreso más antiguo que se conoce no es ninguno de los incunables de Gutenberg, sino el "Sutra del diamante", del año 868, impreso por Wang Chien con la técnica de la xilografía (grabando planchas de madera). También el papel es obra china, atribuida a Chai Lun hasta que descubrimentos arqueológicos posteriores han encontrado trozos de papel en una tumba del siglo II, motivo por el cual Chai Lun no pudo ser el inventor si bien debió de mejorar sus técnicas de fabricación.
Y decíamos que "King-Pao" es el periódico más antiguo según quien lo cuente, porque a buen seguro que los ingleses siguen considerando como primer periódico al "Weekley News of London", aparecido en 1622 y con tirada semanal ininterrumpida hasta 1641. Y lo consideran así por su carácter "periódico", porque al menos desde 1609 se publicaban ya hojas sueltas sin regularidad, conocidos precisamente como "sueltos", en el norte de Alemania gracias a los mencionados tipos móviles. En menos de 20 años ya había publicaciones más o menos periódicas en Colonia, Frankfurt, Berlín, Hamburgo, Basilea, Viena, Amsterdam y Amberes. Desde Amsterdam, impresos en inglés y francés, llegan a Londres (1621) y París, donde publican su primer periódico en 1631. En 1702 se fundó en Londres el primer diario de Inglaterra, el "Daily Courant", y en 1785 nace el "Daily Universal Register" que después cambiará su nombre por "The Times".
El "Correo de Francia, Flandes y Alemania" empezó a publicarse en 1621 y es la más antigua de las publicaciones más o menos periódicas en lengua castellana. Veinte años después, Jaime Romeu inició en Cataluña la publicación del semanario "Gazeta vinguda a esta ciutat de Barcelona", y en 1661 Julián Paredes editó en Madrid el primer número de "La Gaceta", diario que en 1697 pasó a llamarse "Gaceta de Madrid" y que continúa publicándose hasta hoy, tres siglos después, con el nombre de "Boletín Oficial del Estado-Gaceta de Madrid".
Y según la Asociación Mundial de Periódicos, el diario sueco "Post Och Inrikes Tidningar", que llevaba publicándose cada día desde 1645 es el periódico más antiguo del mundo. Y decimos llevaba porque dejó de publicarse en papel el día 1 de enero de 2007 para seguir existiendo sólo en internet (aunque continúan publicando tres copias del mismo en papel para enviarlas a las bibliotecas de las universidades y seguir así "manteniendo la tradición").
Si algo queda claro después de unos cuantos datos y, sobre todo, después de consultar a distintos historiadores de la Prensa es... que no hay nada claro. Que no existe el periódico más antiguo del mundo, entre otras razones porque no resulta tan fácil definir un periódico como podría parecer a simple vista. Es una publicación periódica. Sí. ¿Sirve cualquier técnica de impresión?, porque enseguida aparecen los que reclaman que aquello que se editó en su ciudad hace nosecuantos mil años es el primero impreso con tipos de metal, o el primero en xilografía, o en offset, o el primero grabado en piedra. Y, ¿qué periodicidad sirve para considerarlo periódico? Porque ahora, hoy día, para que una publicación sea llamada "periódico" tiene que salir todos los días, uno detrás de otro. Pero en siglos anteriores, la cosa cambia. Y la mayoría de publicaciones, además, tuvieron una vida digamos que irregular, con periodos de periodicidad más o menos conseguida junto a otros de penuria y semanas, meses o incluso años sin salir para luego volver a retomar su actividad... Sobre qué es una publicación podríamos todavía polemizar mucho más que sobre la periodicidad. O sobre quién fue el primero.
Y es que en el año 59 antes de nuestra era, Julio César ordenó que se hicieran públicas en la Roma imperial las actas del Senado y otras informaciones del Gobierno de forma periódica en las que se denominaron "Acta Diurna" (más o menos "archivo diario"). Se comenzaron exponiendo en lugares públicos con un listado de las actividades y disposiciones gubernamentales, pero después fueron publicándose también otras noticias "de interés general" como bodas, defunciones y hasta avisos publicitarios como la venta de un gran lote de esclavos. ¿Si esto no es un periódico? Pero, ¿el primero?



L


Ladillo. Pequeño epígrafe que se inserta en el texto y sirve para situar al lector ante lo que se le avecina. Suele destacarse tipográficamente o con un cuerpo mayor. Pertenece a un segundo nivel del lectura, ese que se alcanza sólo cuando profundizamos en el texto. Su utilidad, aparte de informativa puede ser estética, puesto que los ladillos contribuyen a aligerar los textos largos, y se agradecen profundamente cuando nos enfrentamos a varias columnas seguidas de texto. Por si fuera poco, tienen una última función: la de salvar vidas. Se conocen casos de lectores que han fallecido asfixiados al intentar leer en voz alta un texto de más de tres columnas sin ningún ladillo. El ladillo utilizado en su justa medida, proporciona esa pausa que los pulmones necesitan para que siga llegando oxígeno al cerebro. Por eso no se comprende cómo algunos redactores se muestran tan reacios a la inclusión de ladillos en sus textos. Sólo por humanidad, estarían contribuyendo a reducir las estadísticas mundiales de muerte por embolia. Aunque si fuera por un repentino ataque de profesionalidad, estarían contribuyendo a que la información llegara al lector troceada y editada para una mejor comprensión... Pues ni por esas. Abundan los ejemplos de textos de dimensiones enciclopédicas sin un solo ladillo que llevarse a la boca. Eso, cuando no encontramos en medio de un texto algo que es cualquier cosa menos un ladillo.
Porque, lamentablemente, el mal uso de los ladillos es un hecho extendido. Un ladillo no sirve para insistir en la idea del título, no sea que el lector presente dureza de mollera. Tampoco es una vía de escape para los titulares que no caben en tres líneas. Es decir, no se puede seguir titulando en un ladillo, vamos. Los ladillos no pueden dejarse ni al final ni al principio de una columna, ya que estaríamos dando lugar un ladillo viudo o huérfano, una especie de mutación genética de la línea viuda o huérfana de toda la vida. Por último, los ladillos presentan alguna excepción. No suelen utilizarse en las entrevistas y tienen la capacidad de sustraer la sangría al párrafo que les acompaña.

Lector. ¿Y tú me lo preguntas? Lector... eres tú.


Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.

jueves, 22 de mayo de 2008

Revista de blogs (V)

La buena prensa: los buenos blogs

Acudimos a nuestra periódica cita con la revista de blogs, para acercaros en esta ocasión, aunque con un retraso imperdonable (el día a día de una redacción puede posponer las cosas casi indefinidamente...), al magnífico blog La buena prensa. Imperdonable –decíamos- el retraso, porque llevan ya más de tres meses deleitándonos casi a diario con su abundante e interesantísimo contenido y doblemente imperdonable porque uno de los creadores del proyecto, Miguel Ángel Jimeno, maestro de periodistas, fue mi profesor de Edición y Proyectos periodísticos en la Universidad de Navarra y como poco, le debíamos este post.

Junto a Jimeno, el equipo editorial de la buena prensa se completa con Txema Díaz Dorronsoro, profesor de Diseño periodístico de la Universidad de Navarra. Ambos proponen una mirada incisiva y generosa a la labor diaria de informar. Demuestran que se puede aprender de las cosas bien trabajadas, en lugar de caer en la tentación (mucho más facilona) de destacar las cosas que todos, en algún momento, hacemos mal. En este universo digital de egos desmedidos y vanidades hipertrofiadas, se agradece una visión autorizada y positiva del trabajo que realizamos. Como ellos mismos explican en su declaración de principios editoriales: "la buena prensa nace para centrarse en la excelencia —en la planificación, en la información, en el aspecto visual, en la titulación...—. Una excelencia que, quitando algún destello o algún "¿has visto qué gran reportaje publica hoy tal periódico?", apenas tiene “salida” en el "mercado".



Uno de los posts de la buena prensa

La buena prensa se ha convertido en una referencia imprescindible. Y como tal, pasa a formar parte de nuestros links de obligada visita. Tanto por la calidad de sus propuestas como por la profundidad de los temas que aborda. No nos detengamos en el hecho y buceemos un poco, buscando los porqués. Y a ser posible, obtengámoslos de primera mano, del profesional que ha planteado la información, las páginas. De ahí su valiosísima aportación pedagógica. Se nota en este punto que sus responsables se dedican a formar futuros periodistas. Y en este blog se enseña y se aprende. Cansados estamos ya de blogs en los que parece que el único objetivo consiste en mostrar al resto de la humanidad los vastos conocimientos que posee el autor. En la buena prensa prevalece la comunidad (auténtico sentido de la existencia blogera) hasta el punto de que muchos de los temas son propuestos por los lectores que colaboran estrechamente con los autores. Este feedback, convierte a la buena prensa en un foro de elevadísima calidad sobre nuestro trabajo diario, en un sitio de encuentro, debate, comparación y reflexión.

Que esta visión positiva y pedagógica de la profesión esté al alcance de todo el mundo en internet nos parece un auténtico lujo. Nos convierte en privilegiados alumnos de sus clases y facilita el acceso a ese otro punto de vista que, humildemente, tanto demandamos en encajabaja: el que defiende la importancia de pensar un poquito más las cosas, de reconocer y utilizar el valor informativo de todos los elementos que conforman una página, de asumir, en definitiva, que una buena información pasa por ser, necesariamente, una información bien editada.

Interesantísimo post sobre edición gráfica


Ni que decir tiene que para los que hemos tenido la suerte de asistir a las clases de sus autores, la buena prensa nos traslada a unos años no muy lejanos, pero ya no tan recientes, en los que escuchábamos con cara de sorpresa que tan importante era lo que contábamos como el cómo se contaba. Y en los que descubrimos que había muchas maneras de informar. Que, además de con la palabra, se podía informar con una imagen, con espacios y manchas, con la jerarquía y con la coherencia, con eso tan intangible que se llama ritmo... Y a los que no habéis paladeado la edición de esta manera, hacednos caso y ¡subid al tren! Porque estas oportunidades no se pueden dejar pasar. Como una vez, hace ya muchos años, me vino a decir Miguel Ángel Jimeno, con un café de por medio, en la cafetería de profesores de la antigua biblioteca de la Universidad de Navarra. Acababan de confirmarme que me esperaban para hacer prácticas de verano en EL MUNDO y hablábamos de mis planes. Le dije (dominado como estaba por un ataque de pánico) que no lo tenía muy claro y que igual no las hacía y volvía a mi Sevilla natal. Me miró fijamente, con esa expresión tan suya, entre la risa y el desconcierto, apuró su café de un trago, y me dijo muy solemne: “Javi, tú eres tonto”. Y me invitó al café. Muchos años después (parece que hayan pasado cientos…) desde EL MUNDO, gracias, MAJ. El mensaje, bien editadito, llegó con absoluta claridad.

Publicidad sutil e irónica



Este anuncio, un 2x2 anodino y poco llamativo, apareció el pasado martes 20 en las páginas de Economía del diario El País, y me imagino que en más medios.

Mitsubishi, desde lo del abuelo de "¿Y el Madrid, qué? ¿Otra vez campeón de Europa?", siempre ha tenido buenos creativos alrededor.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Nuestro Mayo del 68 particular: FREE MAGENTA!



En el Diseñario que este blog tuvo a bien poner en marcha hay una ausencia notoria, y esa no es otra que el término CUATRICROMÍA. Esto se debe a que el comité de expertos de encajabaja se encuentra deliberando y redactando dicha entrada de cara a la revisión futura del listado, de manera que sea cada vez más completo y preciso. Mientras el comité debate no está de más dar un adelanto para la gente nueva que nos visita cada día.

Por simplificar, entendemos por cuatricromía la impresión a todo color mediante el uso combinado de cuatro tintas básicas: Cian, Magenta, Amarillo y Negro (CMYK). Este sistema se basó en el concepto de semitonos, en la misma ilusión óptica que lo sustenta y en el sistema sustractivo -o de absorción de la luz- de crear colores. En teoría, si superponemos tres tramas de semitonos de Cian, Magenta y Amarillo podemos obtener cualquier imagen en color susceptible de ser impresa en serie con una mínima fidelidad. Añadimos el negro para lograr fuerza en las sombras y porque el negro generado por los otros tres colores no es un negro puro ideal, sino más bien un marrón sucio.

Bien, ¿y a qué viene toda esta parrafada técnica básica? Pues a que el MAGENTA ya no nos pertenece. La noticia es ya vieja, pues saltó a la palestra en noviembre de 2007. Nos enteramos entonces de que la compañía de telecomunicaciones alemana Deutsche Telekom, a través de su filial T-Mobile, había registrado el color magenta como marca en Holanda y Alemania. Esto significaría que nadie podría emplear el magenta puro al 100% sin tener problemas legales en esos países.

Lo mejor de todo es el movimiento combativo creado al hilo de la polémica, llamado FREE MAGENTA, en el que diseñadores de toda Europa han fabricado imágenes de protesta para pedir la "liberación" de este color, este fucsia o rosa brillante tan particular sin el cual periódicos y revistas no tendrían sentido.

Os enseñamos una muestra de las adhesiones más brillantes, aunque podéis verlas todas en la web citada.









martes, 20 de mayo de 2008

Tipografía repulsiva
(palabra de Tschichold)

"Hoy día, al contemplar un puñado de impresos, los más habituales, o un periódico, la visión resulta tan desagradable como el hedor insoportable de las calles, y tan estruendosa y salvaje como el tráfico. Es precisamente ese desorden, ese estrépito embriagador y esa desconsideración, lo que a uno le produce el vómito." Quien así se expresa es, ni más ni menos, que el alemán Jan Tschichold, uno de los tipógrafos y diseñadores más influyentes en la historia de este arte y en su caso incluso de la cultura en general del siglo XX.

Podemos leerlo en un librito editado con esmero por la editorial valenciana Campgràfic, consolidada ya como referente sobre diseño, tipografía y artes gráficas en lengua castellana, con el título de "El abecé de la buena tipografía - Un opúsculo de la impresión de Jan Tschichold para legos y avezados, editado por Campgràfic".


Tschichold nació en 1902 en Leipzig, que por entonces era la capital alemana de las artes gráficas y la tipografía (sede de la Sociedad Tipográfica y la Asociación Tipográficas germanas) lo que unido a la profesión de rotulista de su padre le llevaron por estos caminos para los que estaba dotado con un enorme talento natural. Tanto que ya en 1923 trabaja como diseñador después de la célebre exposición gráfica que organizó la Bauhaus en su sede de Weimar, y que en 1926, con tan sólo 23 años, se incorpora como profesor a la Escuela Profesional de Artes Gráficas de Múnich donde impartió clases junto a Paul Renner (creador del tipo Futura). Muy poco después, en 1928, publica además en Berlín uno de los más famosos, polémicos e influyentes libros que se han escrito nunca sobre tipografía: "Die Neue Typographie" (La Nueva Tipografía, publicado también en castellano recientemente por Campgràfic).


"La Nueva Tipografía" en su edición original, escrita y diseñada por Tschichold, y la traducción actual de Campgràfic


Muy brevemente puede resumirse la nueva tipografía como aquella orientada hacia la función; y la función de cualquier elemento tipográfico es comunicación de la forma más directa posible. Este planteamiento excluye todo tipo de adorno, de accesorios que no potencien la funcionalidad. Defiende los tipos de palo seco, siempre en caja baja (ya estábamos ahí, incluso antes de la invención de internet), y la composición asimétrica en vez de la tradicional central y con los textos sin justificar, exclusivamente alineados a la izquierda. El libro, diseñado por el propio Tschichold como no podía ser de otra forma, es el primero que va más allá de meras cuestiones técnicas para reflexionar sobre la tipografía y su influencia social, por lo que puede considerarse a "La nueva tipografía" como el germen de la "filosofía tipográfica", si es que tal disciplina existe.

Al igual que los maestros de la Bauhaus (como Man Ray o Moholy-Nagy, o el propio fundador de la escuela, el arquitecto y diseñador Walter Gropius), o que Paul Renner, Tschichold tuvo que abandonar Alemania con la llegada de los nazis al poder porque al parecer esta nueva tipografía justificada a la izquierda y funcional con sus letras de palo seco en vez de las tan alemanas góticas (de origen francés para mayor contradicción) eran "expresiones de la cultura revolucionaria soviética". Actividades antialemanas y antipatrióticas, o algo así. En fin.

En 1935 se instala y trabaja en Suiza, y durante la Segunda Guerra Mundial se marcha a Gran Bretaña donde se consolida aún más su fama internacional como diseñador y tipógrafo renovando toda la imagen de la gran editorial Penguin. Y allí cambió el radical Tschichold, anterior abanderado de las más avanzadas vanguardias (basta con echar un vistazo a la tipografía que diseñó en 1929 con el nombre de Transito, uno de los más experimentales a la vez que muy legible), y que había llegado a fimar en su juventud como Ivan (su nombre en ruso), se convierte ahora en la tradicional Inglaterra es el más firme defensor de la tradición, de los tipos romanos humanísticos (dirigir ahora la vista hacia el tipo Sabon que dibujó en 1967, una recreación de los tipos de Garamond), e incluso de la composición justificada y simétrica... motivo por el cual alguno como Max Bill que se mantuvo en la postura moderna le llamó públicamente "traidor".


Tipo de letra Transito (Jan Tschichold, 1929), alfabeto fonético que utiliza los mínimos signos posibles, combinando cajas alta y baja en busca de la máxima legibilidad y con la curiosidad de que los signos de puntuación no están en la línea base sino en la cabeza de los tipos


Fruto de esta última etapa es el libro que hoy os comentamos, publicado en Alemania en 1960. "La buena tipografía no es lo mismo que la tipografía de moda; y la tipografía de moda, o la que adopta un aire moderno no siempre es buena", escribe nuestro polémico tipógrafo cuando se acerca a los 60 años. "Sea como fuere es raro encontrar buenos trabajos y las carencias de la tipografía media, que a menudo provoca el mismo cliente, se deben normalmente a la ignorancia de las leyes tipográficas. Y es que un buen resultado no puede lograrse más que con la maestría que da el esfuerzo constante, y con el conocimiento y el seguimiento más escrupuloso de ciertas reglas de validez general." Conocimiento y tradición, pues, tras haber arremetido contra ella en sus feroces años de juventud.



Tschichold puso mucho cuidado en que la propia tipografía, el diseño, el papel y la impresión de este pequeño opúsculo fueran exquisitas en su edición original para que así sirvieran como ejemplo de su contenido. Así han querido hacer también en Campgràfic (hubiera sido imposible de otra manera porque el propio texto hace referencia a ello en repetidas ocasiones) y para ello han utilizado los mismos tipos que eligió Tschichold, Janson Text de Linotype (aunque señalan que ahora, evidentemente, en una versión digital), el mismo formato de caja y márgenes, cuerpos e interlíneas; un papel de tonos cálidos para evitar lo que el propio Tschichold lamenta sobre la superficie demasiado blanca y, en el más allá del perfeccionismo, los editores nos informan de que han maquetado las páginas del libro con el programa informático InDesign para poder sacar dos puntos fuera de la caja los guiones de partición de las palabras como exigió el autor en la versión original compuesta en plomo, para "con un amor especial" por los detalles, evitar que los bordes derechos del texto aparezcan "roídos".

Lástima que tanto esmero se vea ligeramente deslucido por unas especificaciones de p&j que permiten líneas demasiado estrechadas en contraste con otras muy abiertas, efecto que seguramente repugnaría hasta hacer montar en cólera al bueno de Tschichold.


Fragmento de la página 69 donde os hemos señalado dos líneas, la primera muy abierta y la segunda muy apretada, precisamente junto al punto donde Tschichold señala la necesidad de que los espaciados sean uniformes


Es una maravilla de libro, no obstante, porque la perfección absoluta no existe; es un fin que hay que perseguir si seguimos las tesis de Jan Tschichold, defensor en esta última etapa de su vida (falleció en Locarno, Suiza, en 1974) de una sobriedad absoluta y de los tipos más clásicos, como podemos leer aquí. Y aunque alguna de sus enseñanzas estén dirigidas a las técnicas previas a los ordenadores, lo que merece realmente la pena en esta pequeña obra, tanto que al terminar de leerla casi quieres volver a empezar de nuevo, es su lenguaje vivo, directo, divertidísimo de puro radical (en esto sí se mantuvo fiel a sí mismo): "La torpeza en el manejo de ciertas letras es la mayor responsable de la tipografía que ofrecen los diarios y otros impresos, en su mayor parte repulsiva".