viernes, 27 de junio de 2008

encajabaja en el primer Encuentro Profesional de Diseño Periodístico


encajabaja ha asistido como invitado al primer Encuentro Profesional de Diseño Periodístico organizado por Unidad Editorial y la Asociación de la Prensa de Madrid. La semana que viene os contaremos en detalle las interesantes intervenciones del tipógrafo portugués Dino Do Santos, del periodista italiano Gianni Valenti, que ha explicado el cambio de La Gazzetta dello Sport, de Rodrigo Sánchez director de Arte de las revistas de Unidad Editorial, de Spiros Polikandriotis, responsable de diseño del impresionante periódico griego "Eleftheros Tipos", premiado como mejor diseño europeo del año, y del director creativo de The Guardian, Mark Porter, siempre en la vanguardia del diseño mundial.

Mario Benito / Luis Blasco

miércoles, 25 de junio de 2008

El diseño como lenguaje (y III)

Concluye con esta tercera y última entrega el artículo "El diseño como lenguaje" que durante tres semanas ha enriquecido nuestro blog con sus inteligentes, irónicas y oportunas reflexiones sobre el diseño periodístico. Después de excursiones etimológicas, su autor nos habla ahora del origen reciente de esta nuestra profesión y termina concluyendo, como ya anuncia desde el título, que el diseño es un lenguaje, lenguaje periodístico y no arte, parte del mensaje y no un adorno; y que discutir sobre si los diseñadores son periodistas o no es absurdo, es algo ya superado. Esperamos que una vez superado el susto de su extensión (no muy frecuente en esta blogosfera nuestra de brevedades y prisas) el artículo os haya parecido tan interesante como nos lo parece a nosotros, y desde aquí agradecemos una vez más a su autor su generosidad por permitirnos publicarlo.




Bernardino M. Hernando es periodista, escritor, lector, ex profesor de Redacción Periodística de la Universidad Complutense de Madrid y en la actualidad Archivero y Bibliotecario de la Asociación de la Prensa de Madrid.




El Diseño como lenguaje
o las relaciones lenguaje-diseño (y III)



Los mil y un diseños del diseño

El diseño llenaba nuestras vidas mucho antes de que las empapara como ahora. Una mirada fuera de nosotros mismos, desde el último rincón exterior hasta lo que está en contacto directo con nuestra piel, nos convence de que el diseño es como nuestra sombra múltiple. Todo ha sido fabricado en serie y, antes, dibujado, diseñado, imaginado con más o menos originalidad. Y cada una de esas cosas es para algo, ha de servir para algo práctico, entendiendo por "práctico" hasta el hecho mismo de que una obra de arte, un cuadro, ocupe un lugar determinado en la pared. Ya se sabe que los cuadros grandes se venden (y se roban) peor que los pequeños y que la gran moda del arte moderno, las instalaciones, son, en la inmensa mayoría de los casos, invendibles. Si cada objeto y casi cada hecho humano tiene detrás un diseñador, un imaginador, un estructurador que ha de saber compaginar lo que crea con lo que ya está creado, es evidente que hay muchas clases de diseño. Pero el diseño no es, como a veces da la impresión de ser, exacerbada polisemia de quien todo quiere decirlo con una sola palabra: todo es diseño.

No. La "excursión semántica" nos ha advertido de la enorme riqueza de la palabra en cuestión. "Diseño" es proyecto y destino y hay tantos diseños como objetos diseñables, entendiendo por "objeto" no sólo lo tangible, abarcable, material sino todo lo proyectable y organizable: se diseñan unas fiestas, una estrategia militar o comercial y la fórmula mágica de una campaña publicitaria. O, lo que es peor, una campaña terrorista (22). Las siguientes frases, sacadas de un reciente reportaje periodístico sobre el turismo español ilustran bien y elevan a rango casi de parodia, lo que estamos diciendo: "El diseño organizativo peca de burocratización, jerarquización y centralización. El diseño de las tareas obstaculiza el éxito de los mecanismos de coordinación y de trabajo en equipo" (23). Pobre diseño.

Hay tantas clases de diseñadores como de diseños. Ya se ve que no todos los diseñadores necesitan dibujar físicamente, aunque todos deban proyectar, organizar, ordenar. Aquí nos ocupamos del diseño gráfico y, dentro de éste, del de los medios de comunicación social (MCS). Paralelamente, e incluso algunos años antes, a las actividades diseñadoras de la Bauhaus, se mueve en Inglaterra un oleaje gráfico cuyo impulso viene del otro lado del océano, de Estados Unidos. El cuidado y las diversificaciones gráficas, sobre todo en tipos de letra y modulación de sus formas y espacios, empieza a convertirse en preocupación generalizada. En 1919, el que luego sería uno de los grandes hombres de la tipografía del siglo XX, Stanley Morison (1889-1967) es nombrado "diseñador de impresos" (designer of printed matter) de la Pelican Press, un oficio nuevo para una nueva época del grafismo editorial, periodístico y publicitario. "La expresión 'diseño gráfico' (graphic design) se encuentra por primera vez en un famoso artículo de William A. Dwiggins publicado el 29 de agosto de 1922 en el Boston Evening Transcript" (24).



Stanley Morison, primer "diseñador de impresos", y muestra de la Times New Roman, tipo de letra que diseñó para The Times de Londres y por el que ha pasado a la historia de la tipografía


El diseño no llega al grafismo, y por tanto a los Medios, como derivación de la fabricación de objetos en serie. Nada tan en serie como los propios Medios, pero en esto del dibujo y la invención nadie puede ya tomar la delantera a los inventores-dibujadores de letras, impresores, tipógrafos y editores de libros que llevan diseñando, sin llamarse diseñadores, 600 años. El nombre del italiano (¡otra vez los italianos!) Aldo Manuzio (1450-1515) basta para ilustrar este extremo (25). Al que pueden añadirse los tipógrafos venecianos del siglo XV, los valencianos y catalanes del XVI (26), el alfabetista español del XVI, Juan de Ycíar o el impresor madrileño Juan de la Cuesta, autor de las primeras ediciones del Quijote.

Contra toda aparente lógica, el mayor honor que puede concederse a un nombre propio es convertirlo en genérico pero nos hemos ido acostumbrando a llamar a ciertas letras "una bodoni" o "una garamond" y ya no recordamos que tras esos nombres genéricos hay ilustres y olvidados nombres propios: los del punzonista francés Claude Garamond (1531-1561) o del tipógrafo italiano Giambattista Bodoni (1740-1813) (27). Dos diseñadores avant-la-lettre y nunca mejor dicho.

En los años setentas del siglo pasado empieza a aparecer en algunas revistas españolas, pocas y de carácter técnico o especializado, la palabra diseño casi siempre unida al adjetivo gráfico. Pero sólo en los ochentas se generaliza. Un ejemplo significativo puede ser el del desaparecido semanario Triunfo, puntero en tantas cosas, que sigue utilizando la palabra "confección" hasta 1982 en el que la cambia por "dirección técnica y diseño". Y no deja de ser curioso que en un diccionario especializado en comunicación publicado en 1972 (28) sólo aparezca la palabra diseño referida al diseño industrial o que en otro diccionario especializado de 1981 ni siquiera aparezca (29). La palabra "diseño" está ya hoy en la mayoría de las manchetas de las publicaciones. Ha venido a sustituir o a coexistir e incluso a polemizar con palabras como diagramación, maquetación, confección, compaginación... cada una de las cuales admite tantas definiciones que más vale no enredarse en ellas. En algunos casos, las cuatro palabras y la palabra diseño parecen equivalentes, casi sinónimas. De esas cinco denominaciones sigue utilizándose (con la novedad curiosa de la palabra "arte", según dijimos arriba), sobre todo, maquetación y la mayoría de maquetadores o confeccionadores siguen llamándose así, reservando diseñador para funciones de un cierto elitismo que tiene más que ver con la invención de nuevas líneas en la construcción de un Medio o en su renovación que con la tarea diaria de hacerlo. Podríamos llegar a un acuerdo: es diseñador el que inventa y es maquetador el que lleva a la práctica diaria el invento. Tarea esta última menos cómoda y rutinaria de lo que pudiera parecer. Alguna vez, maquetador y diseñador podrían ser la misma persona. Hay publicaciones que hacen la conjunción de "maquetación y diseño".

La siguiente cata en la prensa escrita puede dar una idea de la miscelánea terminológica que aqueja a las publicaciones españolas. Figuran en mancheta estas denominaciones: confección e ilustración (dos jefaturas de Redacción) y como secciones edición gráfica, confección, ilustración: en La Razón; maquetación: en La Gaceta de los Negocios (sección), Subastas siglo XXI, Marca, Sesenta y más; maquetación y edición (como sección):en Madrid y m@s; producción y maquetación: en Cuadernos de Seguridad y La Clave (en esta diseño aparte); diseño y maquetación: en El Semanal TV, Epoca (y suplemento Salud de ABC; diagramación: en Spic; compaginación: en El Ciervo; directora de arte, diseño (sección): en Diario 16 (en Cambio 16 hay dirección de arte, diseño como jefatura de sección y un redactor jefe para edición gráfica); director de arte: en El Mundo, en cuyo Magazine dominical figura un director de arte, un subdirector de arte y tres encargados de diseño en la Redacción; diseño e ilustración (jefes de Redacción) y diseño y fotografía (secciones): en ABC; director de arte (subdirector del periódico) y diseño, infografía y fotografía (jefaturas de Redacción): en El País; director de arte (director adjunto del periódico), diseño y fotografía (jefaturas de Redacción) infografía (sección): en La Vanguardia; directora de arte y en apartado especial diseño con un Redactor Jefe y jefe de maqueta, maquetación y edición gráfica: en El Semanal; y solo diseño (lo que es muy de agradecer) en 5Días (jefatura de Redacción) y en el Boletín de la Asociación de la Prensa de Madrid.

Un notable batiburrillo no sólo por las diferentes denominaciones de un trabajo sino por la muy distinta ubicación jerárquica de ese trabajo que aparece como un tanto misterioso. Es posible que algunos empresarios no sepan qué hacer con sus diseñadores. Aunque no conviene olvidar que, con mucha frecuencia, las jerarquías de mancheta no lo son de quehacer periodístico sino de sueldo periodístico. Y esto último también tiene que ver con el lenguaje. Queda clara, no obstante, la naturalización del término diseño en la prensa escrita y su variadísima gama de funciones. Así como la permanencia de términos que uno creería desaparecidos: diagramación, maquetación, confección, compaginación... Bien está. Conviene imitar a la Naturaleza en la que nada se destruye, todo se transforma.


El diseño es lenguaje periodístico

La tentación de considerar el diseño como un adorno es todavía muy fuerte. Y la vana discusión sobre si los diseñadores de prensa son o no periodistas es tan vana como aquella otra sobre si son o no artistas y tan despistada como para nacer de quien no tiene idea de qué lugar ocupe el lenguaje en la actividad periodística. Los Medios de Comunicación Social transmiten información de una determinada manera. Volvemos a la caduca historia del fondo y la forma. El mensaje informativo no es una cosa y el modo de transmitirlo es otra. El mensaje informativo es el conjunto de sustancia y modo, de forma y función, de datos y su modo de emisión. De tal manera que los mismos datos emitidos por la televisión, por la radio y por la prensa escrita constituyen tres mensajes informativos distintos y complementarios. Esto es algo ya tan trillado por los estudios académicos de la Información que basta con recordarlo para pasar y terminar con lo que de verdad nos importa.

Bruno Munari, en su libro ya citado, pone un ejemplo que puede servirnos para alguna derivación periodística. Dice así: "Es sabido que un buen impresor, cuando coge un libro nuevo y lo mira y vuelve a mirar por todas partes, abre la cubierta, acompañándola con la mano, observa los caracteres tipográficos, la manera como están dispuestos y de qué tipo son, y si son originales o de fundición secundaria, observa y critica el papel, la encuadernación, el dorso del libro si es recto o curvado, la manera como empieza el texto (a qué altura), cómo son los márgenes, cómo termina, cómo está dispuesta la numeración, y tantas otras cosas. Un lector que nada sabe de impresión lee el título y el precio, compra el libro y lo lee, pero si le preguntais el carácter que tenía el título, no sabe responder, no le interesa. En su mundo privado de imágenes no existen puntos de contacto con estas cosas que no conoce; no ha visto la clase de carácter tipográfico que existía" (o.c., pg. 22).


Todos nosotros conocemos la diferencia entre el experto y el mero consumidor de Medios. Podemos trasladar esas imágenes suscitadas por Munari a la recepción informativa de cualquier consumidor corriente. Pero ¿es exacto decir que 'no sabe responder, no le interesa' si preguntamos por aspectos del diseño, de cómo está organizada y presentada la información? A Munari le ha faltado indicar que el lector disfruta, aun sin saberlo, del libro bien hecho y lo lee mejor. Como disfruta y capta mejor la información bien diseñada el consumidor interesado de los Medios. De cualquier Medio. Aunque no sea consciente de ello como para explicarlo en una clase.

Así como hay que pedir al informador literario o constructor de textos una serie de condiciones de todos conocidas, entre las que prima la corrección, la imaginación y la sencillez, hay que esperar del diseñador ese mismo servicio. Sólo así se producirá la mágica conjunción que terminará en la mente del receptor como mensaje informativo captado con claridad. Que es lo ideal, lo deseable y lo posible.

Obsérvese que al lado de conceptos que pueden considerarse fríos, como corrección y sencillez, se aplica también lo más cálido, vibrante y sorpresivo, que es la imaginación. Atribuyen a Santa Teresa de Jesús, aunque parece que ella nunca lo dijo, la frase "la imaginación es la loca de la casa" . Voltaire se la atribuye al filósofo ocasionalista Malebranche y hace esta acotación por su cuenta: "Desconfiemos de los arrebatos de la imaginación" (30). El redactor de textos y el diseñador tienen que desconfiar de los arrebatos de la imaginación que es tan necesaria como peligrosa porque puede convertir el mensaje informativo en un intragable enladrillado. "Frente a los neurolépticos, el aerobic y el zapeo ¿sigue existiendo el alma?", se pregunta irónica y retóricamente Julia Kristeva (31). Frente a tanto desaguisado publicitario, publicístico, radiofónico, televisual e informático, podemos preguntarnos nosotros: ¿sigue existiendo el receptor moderado e inteligente, imaginativo y sensato?

Creemos que sí y es el que más importa. Ciertos diseños, ciertos mensajes informativos o no informativos parecen destinados a un público loco o, por lo menos, mentecato. Ciertos mensajes parecen seguir al pie de la letra el sarcástico y conocidísimo consejo de Lope de Vega en su Arte nuevo de hacer comedias: "Porque como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto". Y ya se sabe que, en todo, el mal gusto o la falta de buen gusto suele ser retorcido y abigarrado. Siempre el mal gusto busca la complicación y huye de la simplicidad y claridad. Quizá para disimular, para esconder, para presumir, por la mema confusión entre cantidad y calidad. "Siempre se trata de un problema de claridad, de simplicidad. Se ha de trabajar mucho para quitar en lugar de añadir. Quitar lo superfluo para dar una información exacta, en lugar de añadir para complicar la información" (32). Lo dice escuetamente el viejo proverbio árabe: "No gastes dos palabras si una basta".

Los nuevos instrumentos del diseño que han ido sustituyendo al lápiz y al cartabón y que, por ahora, han recalado en el mar de la informática no han transformado la sustancia del diseño. Estamos únicamente ante sucesivos cambios de instrumentos. Muy importantes, pero instrumentos. El diseñador los maneja como antaño manejó los más elementales. Con un lápiz en la mano el artista hace maravillas y el bebé rayas y borrones. Con un ordenador ad hoc el diseñador inventa nuevas fórmulas de diseño y el indocumentado ejecuta naderías. La informática supone extraordinarios avances para el diseño, y en general para todo lenguaje periodístico, pero ningún cambio sustancial en el propio concepto del diseño. El diseño sigue siendo cuestión y oficio de diseñadores, es decir, de personas, no de máquinas.


Bernardino M. Hernando


Notas
(22) "La campaña contra el sector turístico diseñada para este Verano..." ("ETA recurre a sus 'comandos' de reserva para la campaña de verano", en El País, Madrid, 20-VIII -01, 1ª pg.).
(23) "Turismo de espaldas al sol", El País, suplemento Negocios, 19-VII-01, pg. 1.
(24) Este y otros datos y reflexiones sobre la tipografía en Inglaterra pueden encontrarse en el sustancioso y larguísimo prólogo (92 páginas para un folleto que Josep M. Pujol escribió para los Principios fundamentales de la tipografía, de Stanley Morison, Ediciones del Bronce, 1998.
(25) Satué, Enric: El diseño de libros del pasado, del presente y tal vez del futuro. La huella de Aldo Manuzio. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998.
(26) Peña Díaz, Manuel: El laberinto de los libros. Historia cultural de la Barcelona del Quinientos. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1997.
(27) "...uno de los máximos impresores de todos los tiempos, Giambattista Bodoni, que a finales del siglo XVIII trabajó en Parma, siendo figura eminente entre todos los grabadores de fama, y que con su mente despierta y lúcida proyectó una serie no determinable de caracteres y los grabó con su mano de artista; no sólo caracteres antiguos de todo género, sino también caracteres alemanes, griegos, rusos, árabes e infinitos otros. Cuando se contemplan los tipos de Bodoni, no se puede menos de admirar la perfección de una fantasía extraordinariamente especializada; este hombre se sirve de las formas de las letras para cantar, tañer, danzar y edificar. No sólo era grande como grabador de caracteres de imprenta, sino también como impresor. El es el auténtico fundador de la idea de libro bello para la edad contemporánea, del libro que no debe su belleza al adorno, a las ilustraciones, al material de encuadernación, al derroche de oro, sino simplemente a la dignidad y al encanto de una labor manual perfecta" (Herman Hesse: Pequeñas alegrías. Alianza, 1979, pg. 162).
(28) Apuntes para un Diccionario de la Comunicación. (Publicado en fascículos por la revista Comunicación XXI, Madrid, 1972.
(29) Dictionnaire de la presse écrite et audivisuelle. La maison du dictionnaire, Paris, 1981 (diccionario de Unión Latina, 13 países de lenguas romances -español, francés, italiano, rumano)
(30) Voltaire: Diccionario filosófíco. Temas de Hoy, 1995. Tomo I, pg. 180.
(31) Las nuevas enfermedades del alma. Cátedra, 1993, pg. ll.
(32) Munari, o.c. pg. 74.


Entregas anteriores:
El diseño como lenguaje (I)
El diseño como lenguaje (II)

lunes, 23 de junio de 2008

Diseñario (XXII)

Hemos de reconocer humildemente que, a pesar del que creíamos enorme saber, dilatada experiencia y del talento creativo que atesoran en conjunto los miembros del comité de expertos de encajabaja, no encuentran explicación coherente para el inexplicable pase de la selección española de fútbol a una de las semifinales de la Eurocopa 2008, después de haber eliminado a ¡Italia! En fin, sumidos en el asombro, ni tan excepcional acontecimiento les impiden ofrecernos una nueva entrega del Diseñario, la que da comienzo a la letra "M", casi en el ecuador de esta obra irrevente sobre el mundo del diseño periodístico y la prensa, tarea colectiva y, ya sabéis, abierta a vuestra participación, que nos nos cansaremos de animar.





M


Mac. Ordenador, computadora. O, ¿es algo más?
Primera acepción: Estoy sentado frente a un Mac... y tengo que decir que desde entonces nada es igual. Cuando llego al trabajo el entorno informático se vuelve triste, anodido, monótono. Estoy sentado frente a un Mac y lo veo todo más claro, más nítido, más limpio. Estoy sentado frente al Mac y puedo tener varias aplicaciones abiertas sin tener sudores fríos por si alguna se cierra inesperadamente. Estoy sentado frente al Mac y veo cómo las imágenes que antes parecían tristes ahora cobran vida. Estoy sentado frente al Mac y admiro el sistema de ventanas que Windows (mal) copió. Estoy sentado frente al Mac y veo que no me tengo que preocupar de los virus ni de ataques remotos malintencionados. Estoy sentado frente al Mac y alucino con su potencia gráfica, con la nitidez de las imágenes, con lo bien que quedan las maquetas, lo distintas que parecen de un entorno a otro. Estoy sentado frente al Mac y todo, hasta lo que a priori puede parecer complejo, es mucho más fácil, hasta un macaco podría hacerlo. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que comprar ningún programa para poder empezar a trabajar con herramientas casi-profesionales. Estoy sentado frente al Mac y no tengo que instalar ningún driver para poder utilizar mi cámara de fotos, mi impresora y mi tableta gráfica. Estoy sentado frente al Mac y apenas tardo 5 segundos en instalar una aplicación. Estoy sentado frente al Mac y me olvido de la "redundancia cíclica" y los pantallazos azules. Estoy sentado frente al Mac y el tiempo pasa volando, tanto que me tengo que ir a "disfrutar" de una anodina jornada informática enfrente de mi Windows xp...
Segunda acepción: Parece increíble que un ordenador que cuesta aproximadamente el doble que otro de similares características fabricado por cualquier empresa que no sea Apple, sea incapaz de conectarse con nada. De entenderse con nadie, de ser compatible, vamos. Y que te digan, además, quienes pagan de esta manera, que esta objeción es una falsedad, "eso sería antes", porque cuando entras en la secta macquera... entonces te conviertes en un ser sin sentido crítico para los productos que les compras a estos señores y para quienes te transmutas poco menos que en un agente de ventas, sin comisión claro, porque de lo que se trata es de que hables bien. Y de que pagues. Una secta que te obliga a ser alguien "moderno", "de diseño", "cultureta", "fashion" y despreocupado por la informática, porque en estos aparatitos todo está mascado, te guían por todo lo poco que se puede hacer fuera de los estándares de sus preciosos programas. Son tacaños con la memoria ram y con la capacidad de sus discos duros, con cualquier extra que nunca están incluidos y que incorpora el ordenador más cutre, pero tú no puedes serlo si quieres tener uno de ellos. Te venden la moto de que no sufren virus informáticos y hablas entonces de lo bien diseñado y protegido que está su maravilloso sistema operativo, pero no mencionas que en realidad siendo cuatro gatos conectados a la red, todavía no hay quien se interese mucho en infectarlos... pero tiempo al tiempo y entonces. ¡Pues habrá que pagar por desinfectarlos! Eso sí con un doctor maravillosamente diseñado que administrará una vacuna ¡tan bonita!

Una vez expuestas las dos antagónicas acepciones, escrita cada una por un miembro distinto del excelso comité de expertos, y como habréis comprobado absolutamente objetivas, ya podéis elegir. Pero teniendo en cuenta lo que os decíamos al principio, que un Mac es tan sólo un ordenador. ¿O es algo más?

Madrid. Nuestra ciudad. Metrópoli abierta, ciudad de encuentro de la que todo el que quiere puede ser, incluso los desconsiderados que viven entre sus brazos despreciándola a la menor ocasión. Urbe hospitalaria pero no siempre amable con sus gentes, muy por encima de sus mediocres gobernantes desde hace siglos, donde la música de sus noches y la cultura se ha tenido que abrir paso a pesar de ellos, con el empuje de los vecinos más traviesos. Acostumbrada a ser utilizada y a que desde fuera se la considere culpable de los males de quienes nos rodean, tal vez por ser capital. No hay lugar donde el cielo sea más bello, ni donde pueda beberse agua así, ciudad de frío y calor que ha prestado su nombre a tipos de letra y a periódicos, tan viva que da vida a quien de ella es.

Mancha. En maquetación, se denomina mancha el espacio impreso de una página, desde el folio hasta el pie de la misma, sin contar los márgenes. Es decir, la mancha es toda aquella zona en la que la tinta queda depositada (de ahí la sutilieza del término). Pero no es ésta la única acepción que el término mancha contempla. Existe la mancha objetiva, esa que no hace falta ser un experto para descubrir. Es evidente que una Helvética es más negra y grande que una Times. Es más, si profundizamos más en el diseño, es incluso posible que descubramos que se está utilizando por eso, porque su capacidad de emborronar aporta información. Al bueno de Reinhard Gäde le sugirieron utilizar la tipografía de palo típica de la prensa del movimiento, negra a más no poder, en su prototipo de EL PAIS. Menos mal que no es tan fácil convencer a un alemán. Gäde era consciente de que la mancha tipográfica informa (grita en este caso). Por eso intentó, con la discreta Times, que EL PAÍS susurrara las cosas al principio, algo mucho más elgante y sensato, dado el momento histórico, y menos peligroso porque no convenía gritar a las autoridades franquistas: "a nosotros nos hubieran cerrado en dos o tres semanas, y se acaba el asunto", en palabras del propio diseñador.
Sin adentrarnos en farragosas tesis tipográficas, se conoce también como mancha o color tipográfico a la impresión absolutamente subjetiva que produce un bloque de texto, con sus particularidades tipográficas, cuando está puesto en papel, negro sobre blanco. Y lo de negro sobre blanco no es una licencia poética gratuita. Precisamente, la mancha tipográfica será esa textura que forma el texto en el papel y que será en mayor o menor medida denso o gris dependiendo de lo modificada que esté la tipografía. Si la sensación es de mucho negro, se modifica para que el texto respire y adquiera un tono más gris, mucho más agradecido para la lectura.
Pero las manchas más socorridas, a las que se recurre más a menudo son aquellas a las que nos aferramos para sobrevivir. En un periódico es habitual escuchar cómo el personal (maquetadores, redactores, grafiqueros y foteros, de esto no se libra nadie) destaca la importancia de la mancha sin mucho criterio ni conocimiento (y no precisamente por afinidad con la hermosa tierra del sin par Alonso Qujiano). Es cierto que hay muchos tipos de manchas, algunas más obvias que otras. Y por eso, se convierten en la excusa perfecta para salir del paso en una discusión que se atasca. Si no sabes a que fenómeno apocalíptico recurrir para que tu argumento gane inusitado peso, recurre a la mancha... Porque es como la ley del fuera de juego: algo de lo que todos han oído hablar en alguna ocasión, pero casi nadie sabe definir con propiedad. Además es un tema delicado, porque esa percepción de mancha es algo absolutamente subjetivo y como tal sujeto al criterio individual. Y generalmente, cuando se recurre a la mancha como argumento, reconozcámoslo, se está desesperado. Y en esos casos, ya sabemos que los criterios son arbitrarios, cambiantes y caprichosos... que todo vale en el amor, en la guerra y cuando hay que cerrar una edición. Por eso, de delimitar una zona de impresión, la mancha muta en presencia tipográfica, en la ley del más fuerte, en caballo grande, en la autoridad de la voz en grito, de lo negro, negrísimo. Y por eso los redactores suplican que subas el cuerpo de un título, el suyo, "que mancha poco". Y te miran con ojos de perrillo abandonado en el arcén cuando les explicas que los cuerpos están medidos, y que las manchas están al servicio de la jerarquía informativa, y que por mucho que llore y patalee es totalmente inapropiado subirle diez o doce cuerpos al titular del breve en cuestión.
Al poder intimidatorio de la mancha recurren tanto los profesionales visuales (interminables batallas dialécticas se han emprendido por la descompensación de manchas en un gráfico a doble página o por el desasosiego producido por el simbolismo de la masa negra de una foto de retrato) como, todo hay que decirlo, los maquetas. Porque, a ver, que levante la mano el que no haya recurrido alguna vez a la mancha como factor de intimidación. Porque en boca de un maqueta, guardián de proporciones, espacios e intenciones, la mancha de los elementos suena a algo terrible y calamitoso. Por eso, luego ellos, una vez deslumbrados y conscientes de la treta, intentan usarlo en su propio beneficio, sin darse cuenta de que lo de la mancha, como lo del aire, el acero que repele y las lonchas es algo que surgió de una sección de maquetas... ¡Criaturitas!


Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.

¡Pasamos!

Por fin, lo podemos decir, con la cabeza alta: Pasamos. Y con nota. Rompimos el maleficio de cuartos y ganamos a Italia 88 años después (se dice pronto). Ya estamos en las semifinales de la Eurocopa. Al comenzar el campeonato me imaginaba disfrutando de este momento con mis colegas y unas cuantas latas de cerveza, saltando, abrazándonos de la emoción y gritándole de todo a los "azzurris". Pero me tocó trabajar y, la verdad, no me arrepiento, al contrario.

He visto [casi] llorar a tíos que apenas esbozan una sonrisa, gritar a tíos mansos como bebés y emocionarse a tíos fríos como témpanos de hielo. Todo por un partido de fútbol. Nunca había visto nada igual. Cierto es que llevo poco tiempo viviendo acontecimientos decisivos (comparado con algunos de mis compañeros), pero lo vivido esta noche es inenarrable. Cada penalti transformado por España era un grito desgarrador y al unísono de toda la redacción, pero cada parada de Casillas era una catarsis absoluta, el júbilo desatado, la euforia sin contención. Una barbaridad.

Pero llega el momento de currar (y mucho) y hay que seleccionar las fotos, las maquetas y el mejor punto de vista. Empezamos cambiando la portada, aunque habría que decir que hasta que acabó el partido no había una portada definida. Nada más marcar el penalti decisivo, se empezó a forjar la primera página del periódico que hoy tenéis en vuestra mano. Había que elegir entre dos, que se bautizaron como "La más informativa" y "La foto de portada", adjetivos que no siempre significan lo mismo. Aquí están las dos opciones:


La de la izquierda es la que tiene más fuerza, la más plástica y con una diagonal casi perfecta. Y la de la derecha es la más informativa, con todos los elementos: el jugador italiano que lo lanza, Casillas que se estira para pararlo, el público expectante y el foco que centra todo la atención en el césped. A mí me gusta la de la derecha, que como dice Chema, "es una imagen muy televisiva", pero, como suele ocurrir en estos casos, ha salido la de la izquierda. Para gustos, los colores.

viernes, 20 de junio de 2008

El diseño como lenguaje (II)

En esta segunda entrega de las tres en las que hemos dividido el "Diseño como lenguaje o las relaciones lenguaje-diseño", extenso y profundísimo artículo de nuestro siempre admirado Bernardino M. Hernando, además de adentrarse en una "excursión semántica" por los principales diccionarios castellanos, incluido el primero de Covarrubias, el autor expone con su habitual riqueza verbal y su inteligente ironía la siempre polémica relación dialéctica entre el arte y el diseño para extraer como conclusión citando a Milton Glaser o a Bruno Munari que "diseñar es comunicar algo que debe ser entendido por todos, no por unos pocos; al contrario que el artista que construye su mundo 'y si los demás no lo comprenden, peor para ellos'".




Bernardino M. Hernando es periodista, escritor, lector, ex profesor de Redacción Periodística de la Universidad Complutense de Madrid y en la actualidad Archivero y Bibliotecario de la Asociación de la Prensa de Madrid.


El Diseño como lenguaje
o las relaciones lenguaje-diseño (II)



Excursión semántica

El Diccionario de Uso del Español, de María Moliner (Gredos, 1967) hurga en una primera acepción, señala una segunda y vincula al diseño con la raíz "seña", del latín "segna" plural de "signum". Y en la palabra "seña" remite a una serie de términos que pueden resultar muy ricos en honduras semánticas: "signatario, signatura, signo, sino, asignar, asignatura, consignar, contraseña, designar, designio, diseñar, enseña, enseñar, entreseñar, insigne, insignia, persignar(se), reseñar, resignar, significar". He ahí una ilustrísima familia de palabras apetitosas. Nos interesa recoger las dos acepciones que la Moliner escoge para "diseño": primera, "apunte, boceto, bosquejo, croquis, esbozo, esquema. Dibujo hecho sólo con líneas para representar algo con poco detalle"; y segunda, "descripción de una cosa hecha con palabras a la ligera". Como se ve, la aristocracia familiar semántica no libera al "diseño" de una cierta vaguedad y ligereza que corre peligro de limitar con la frivolidad. Secretos del lenguaje.

En el primer diccionario español, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Sebastián de Covarrubias Orozo (1611) (Castalia, 1994) no figura todavía la palabra diseño aunque, como enseguida veremos, deseño y deseñar atraía, desde hacía años, la atención de los españoles. Las que sí figuran son las palabras "dibujar-dibujo" y bajo unas calidades que nos interesa destacar por cierta concomitancia peyorativa con diseño. Covarrubias hace derivar dibujo-dibujar también del italiano, de la palabra buio que equivale a obscuro, ya que se trata de "la delineación de la figura, sin colores, y así está obscura y asombrada la cosa que se dibuja y representada como en sombra y ensayo de lo que ha de ser...". Si el diseño se entendía, según vimos antes, como algo de frágil presencia, fugaz y superficial, vemos a Covarrubias llamar obscuro al dibujo como mera "delineación" de tránsito hacia lo que de verdad ha de presentar las realidades externas, la pintura y la escultura. Secretos del lenguaje.

Porque cuando, de pronto, leemos en una novela o en un texto cualquiera de hace 20 años la siguiente frase: "...un ingeniero de la Rolls, colaborador eminente en el diseño de los primeros motores de reacción..." (16), comprendemos que la palabra "diseño" escapa al límite de todas esas acepciones de diccionario. Cuando se dice "diseño" no siempre se quiere hablar de mero dibujo o de esquema lineal. Un ingeniero que diseña motores hace algo más que dibujar. Como el arquitecto que traza unos planos va mucho más allá de líneas y contralíneas. Al informar sobre el reciente y sorprendente vuelo del Helios, el avión solar experimental no tripulado fabricado por la NASA que logró una altura récord de 29,41 kilómetros sin propulsión de cohetes, los periódicos decían: "Los diseñadores del Helios pretenden poner a punto un avión solar capaz de llevar instrumentos científicos de observación de la Tierra y de la atmósfera" (17). Es evidente que estos diseñadores son algo más que meros dibujantes ilustres.

Hacer un recorrido por el bosque semántico que proponen la Moliner o Covarrubias, o por las columnas documentales que el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Joan Corominas y José A. Pascual (Gredos, 1986) coloca bajo la palabra "seña", es aventurarse en un mundo que lo menos que tiene es frivolidad. Un mundo abigarrado y serio, lleno de sugestión y de sugerencias. Apasionante. No en vano la primera documentación española de la palabra diseño está en el renacentista español más serio, apasionado y polémico: Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua (1533). Valdés manifiesta su deseo de introducir en el español una serie de vocablos italianos: "De la lengua italiana desseo poderme aprovechar para la
lengua castellana de estos vocablos...", dice Valdés (18) y cita 22 vocablos, entre ellos, deseñar y deseño. Notemos, en honor de Juan de Valdés, que de aquellos 22 italianismos, 20 están incorporados al español desde hace mucho tiempo y que "diseñar", aunque no figure en el Covarrubias, es utilizado por Cervantes en Rinconete y Cortadillo con una carga semántica más amplia
que la del mero "dibujar". Monipodio explica a Rinconete cuál es, en la cofradía de los ladrones, la función de unos tipos "graves, canos y apersonados" llamados "avispones": se dedican a preparar los atracos, a averiguar en qué casas se puede robar más y mejor, "tanteaban la groseza del muro de la tal casa y diseñaban el lugar más conveniente para hacer los guzpàtaros -que son agujeros- para facilitar la entrada..." (Alianza, 1996, pg. 58). Y no debemos dejar pasar la ocasión, ahora que queda tan claro el origen italiano de la palabra diseño, de constatar que por algo los italianos están, en tantos aspectos, a la cabeza del diseño mundial: desde el diseño industrial hasta el suntuario u ornamental, desde el diseño de coches al de corbatas y zapatos.


Sebastián de Covarrubias, autor del primer diccionario de la lengua castellana




El arte, otro lenguaje

Algo llama mucho la atención en cuanto llevamos dicho: se ha hablado de belleza y para nada ha aparecido la palabra arte. Lo que, supongo, enfadaría sobremanera a muchos diseñadores que, por encima de todo, se consideran artistas. ¿Lo son? No pretendo meterme en muchos dibujos (diseños) ya que las consideraciones sobre lo que es arte o no es arte son tan largas como anchas y tediosas. Me valen las palabras de un entendido: Yves Zimmemann que en el prólogo al libro Diseño y comunicación visual (Gustavo Gili, 1973) del diseñador y profesor italiano Bruno Munari, dice lo siguiente.

"En España, esta profesión (la de diseñador gráfico) es relativamente nueva, data de principio de los años sesenta. El autodidactismo de los profesionales que la ejercen, apoyándose en los clásicos conceptos de Bellas Artes como legitimación profesional, han creado bastante confusión respecto al concepto de "diseñador-artista". Hay ciertamente un importante aspecto estético en la elaboración de una propuesta comunicativa aunque no por ello se puede considerar al diseñador como un artista (en el sentido convencional de la palabra) dado que basa sus elaboraciones en otros supuestos: debe actuar como intermediario entre el emisor y el receptor del mensaje, debe clarificarlo para este último; por otra parte los condicionantes técnicos, económicos, psicológicos y sociales que intervienen, lo determinan de tal forma que sería contradictorio y contrario al fin que se persigue, añadir al mensaje una sobrecarga de lenguaje subjetivista que se sobrepone al conjunto de los elementos del comunicado. El propio Munari es definitivo a este respecto: no se considera a sí mismo como un artista sino como un profesional que facilita las cosas. Es muy fácil complicar, lo dificil es simplificar".

Y es cierto que el propio Munari insiste varias veces en ello (pgs. 21, 72, 74...): diseñar es comunicar algo que debe ser entendido por todos, no por unos pocos; al contrario que el artista que construye su mundo "y si los demás no lo comprenden, peor para ellos". La confusión tan generalizada entre arte y otros lenguajes, artista y artesano o simple constructor, viene, en primer lugar, de la autoestima sublimada de cuantos aspiran a ser artistas por encima de todo. La idealización estratosférica del arte y del artista ha hecho mucho daño al sentido común de quien no necesita ser artista ni proclamarse tal para destacar por su sensibilidad y buen gusto. ¡Qué duda cabe que muchos diseñadores son artistas como muchos periodistas son escritores creativos e incluso poetas, en el grado sumo del lenguaje comunicativo! Pero ello no quiere decir que el diseño sea arte o el texto periodístico sea poemático. La carga estética, la sensibilidad y el buen gusto que rodea y empapa al buen diseño no exige, ni falta que le hace, la consideración de arte. No podemos olvidar lo dicho antes sobre la Bauhaus en la que el diseño formaba parte de una concepción general artística y era practicado por auténticos artistas, pero la Bauhaus no era una escuela de diseño sino una academia revolucionaria de la enseñanza artística que incorporaba la vida entera y general de los ciudadanos. Quizá a eso se refería Umberto Eco cuando en su búsqueda de una definición de arte aspiraba a encontrar un concepto en el que cupiera “tanto la Divina Comedia como el martillo proyectado por el último diseñador danés” (La definición del arte. Planeta-Agostini, 1985, pg. 136).


"Alegoría de la pintura. El pintor y su estudio", de Johanees Vermeer

Cuando preguntaron al grafista norteamericano Milton Glaser, "el más famoso diseñador del mundo", si el diseño era o no era arte, Glaser contestó: "Es una pregunta imposible de contestar" (19). Porque todo depende de qué se entienda por arte. Desde los efluvios místicos del arte clásico y tradicional hasta las desvergüenzas de alguna parte del arte contemporáneo, todo cabe, todo es posible, todo es arte, nada es arte, vaya usted a saber. Nos perderíamos en citas escandalosas de Duchamp, Picabia, Warhol y compañía. La caracterización del arte moderno como "arte ingenioso", acuñada por José Antonio Marina y que tanto enfada a muchos, serviría, desde luego, para incluir al diseño, sin ninguna duda, en el abigarrado mundo chispeante y divertido del arte (20). En el que no se puede olvidar sus conexiones estrechísimas con el mercado. Sin el mercado no se entiende hoy el arte y en eso nada tiene que envidiar al diseño industrial (21). De hecho, en la nueva terminología que acoge a los diseñadores gráficos de las publicaciones prolifera la expresión "director/a de arte". ¿Es una pequeña bandera reivindicativa? En los periódicos pueden leerse titulares como "El arte de la alta costura convierte a los museos en grandes escaparates" (El País, Madrid, 20-VIII-01, pg. 21) refiriéndose a la obra de diseñadores-modistos expuesta con toda gala en los museos: Balenciaga en el Kursaal, Armani en el Guggenheim, el vestuario de Jackie Kennedy en el Metropolitan. Y no merece la pena emplear más tiempo en esta cuestión que quizá tiene que ver más con equivocadas vanidades personales que con el meollo del asunto. ¿Es el diseño arte? ¿Son artistas los diseñadores? ¡Y qué más da!

Bernardino M. Hernando


Notas
(16) Sampedro, José Luis: Congreso en Estocolmo. Alfaguara, 1983, pg. 104.
(17) "Un avión solar de la NASA bate el récord mundial de altura", en El País, Madrid, 15-VIII-01, pg. 20.
(18) Diálogo de la Lengua. Cátedra, 1982, pgs. 221-222.
(19) Suárez, J.C. y Durán, S.: "Glaser, el más famoso diseñador del mundo", en Diario 16, Madrid, 26-X-1989, pg. 23.
(20) Marina, José Antonio: Elogio y refutación del ingenio. Anagrama, 1992, pgs. 131-169.
(21) "¿Esto es arte?", monografía de ABC Cultural, nº65, 29-I-1993, varios autores.


Entregas anteriores:
El diseño como lenguaje (I)

miércoles, 18 de junio de 2008

Malagón, humor sin perdón, humor sin pudor

En encajabaja.com somos grandes seguidores del humor gráfico. No solo lo leemos (antes incluso que el resto del periódico), sino que algunos tenemos la nevera adornada de recortes de prensa con chistes de nuestros dibujantes favoritos. Y es que hay ocasiones en las que un buen chiste informa con más efectividad que un sesudo reportaje lleno de cifras y estadísticas. Y además te echas unas risas, que no está nada mal en estos tiempos que corren.

Por ello, no podemos dejar de dar a conocer a dibujantes que ilustran las páginas de periódicos españoles, ya sea de tirada nacional o regionales. Un ejemplo de ello es Malagón, que no es más que el segundo apellido de José Rubio, dibujante e ilustrador afincado en la madrileña localidad de Alcalá de Henares.

Portadas de los dos libros autoeditados por Malagón.

Y como suele ser habitual, hacerse un hueco en este mundillo es bastante complicado, aunque Malagón lo ha conseguido a base de dibujos limpios, sencillos y con un humor sin pudor y sin perdón. Apéndices que, precisamente, utiliza en dos de sus libros, autoeditados, en los que recopila algunos de sus chistes gráficos y textuales. Aunque también podemos encontrar sus dibujos en dos libros editados de manera tradicional: Vanitas Vanitatis y Tiro de Gracia.


Chistes a pie de calle, del día a día, pero también del pasado y del futuro. Chistes que presentan, por ejemplo, a un sufrido conductor atrapado por la víbora-manguera de la gasolina, a la Mona-Lisa o a Picasso con un biceps cubista. Todo con un trazo limpio y económico, como dicen Idígoras y Pachi en el prólogo de uno de los libros. Son extremadamente difíciles de encontrar, pero si pasas por su blog igual te puede dar una pista de dónde conseguirlos.

Actualmente Malagón trabaja como humorista gráfico para El Mundo Valencia y Alicante, El Jueves y Tiempo. Y como ilustrador para El Economista. Pero basta de hablar, dejemos que sus propios dibujos hablen por él.

martes, 17 de junio de 2008

Furor estético

Una ola de furor estético asuela las redacciones de Madrid. Y supongo que del mundo. Arrastra a tantos que en los periódicos hay ahora demasiada gente preocupada por la estética. Por la estética de sus páginas, no por la estética propia que, en general, suele andar bastante descuidada. A toda costa se desviven para que su página "quede bonita" por encima de cualquier otra consideración, contenidos e información incluidos. Aunque se suponga, no ellos, que para eso se hacen. Para informar, decimos. Para leerse, no para contemplarse. No sé, tal vez aspiren a que algún lector decida colgar sus páginas en la pared del salón, enmarcadas para el deleite del mirar, de lo bonitas que son.

Y curiosamente, por esas paradojas de las relaciones inversamente proporcionales, este afán estético de masas lo que lleva es a la fealdad del producto como conjunto. Una de las pocas características que en las imposibles definiciones sobre la estética parece suscitar consenso es la "unidad" entre elementos, cierto "orden" interno, unidad en la diversidad incluso. Eso parece reñido con el absurdo intento de querer hacer un objeto estético superponiendo el gusto, y el mal gusto que como todo lo malo abunda más, de todos los integrantes de la redacción. Y para que de verdad sea un producto estético, si es eso lo que queremos, esas decisiones deben quedar en manos de una persona... especializada en ello. Una persona que ya existe, a la que en los grandes periódicos se le suele pagar muy bien y que se llama director de arte.

Pero no. Por lo visto y padecido, ese afán, ese furor estético, esa plaga contagiosa, esa pandemia redaccional, lleva también a que hasta el menos cualificado, uno que pasa por allí vendiendo el rico bombón helado, se crea con mayor autoridad en lo bonito que quien está preparado y contratado para ello. Y se lo discute. Con la temeridad del profano, claro.

Un ejemplo poco frecuente de auéntico periodismo visual. Hecho por quienes sí están dotados de preparación y talento. Es una doble página aparecida en el diario Critica de la Argentina con una sola ilustración de nuestro querido Baruch (no hacen falta más), imagen poderosa que él diría y con razón, sobre la desaparición de la prensa escrita ilustrando un poderoso artículo sobre el tema, lleno de interés, de lectura ágil. La maquetación es sobria y soberbia utilizando los blancos y la alineación de los titulares de manera inteligente. El artículo es magnífico.


Estos informadores preocupados por el aspecto de las páginas en vez de por sus contenidos han oído campanas que repican visual, visual, visual... y repiten el tolón tolón de lo visual, de lo visual mal entendido, sin saber bien lo que dicen. Mantienen sin haber leído o escuchado, ni siquiera mirado lo suficiente, que haciendo periódicos más visuales, sin considerar temas, contenidos ni maneras de escribirlos, sólo poniendo más y más grandes fotos y dibujos y colorines y gráficos y letras deformadas y rayas y tramas de más colores y textos calados en las fotos y todo eso que ya está hecho una y mil veces, inventado ya y descubierto ahora por quienes ahora lo descubren, decíamos que así creen que se impedirá que desaparezcan los periódicos para dejar paso a medios más visuales como internet. Como si un periódico pudiese competir visualmente con una pantalla. Como si un periódico no fuese algo hecho para leer sus contenidos y que por consiguiente desaparecerá, sólo cuando consigamos que los lectores dejen de leer.

Si reparasen un momento en que un papel sólo supera a una pantalla como soporte para leer texto, tal vez pensarían de una manera menos estética. Una actitud, claro, que les obligaría entonces a tener que escribir textos mucho mejores que esas piezas banales y superficiales que hacen ahora, y para las que te piden que queden bonitas en una página "muy visual"... no vaya a ser que alguien lo lea.