martes, 3 de septiembre de 2019

Dos miradas de Nueva York en Madrid


Se han podido ver dos miradas de Nueva York en Madrid durante este cálido verano. Una de ellas, interesantísima, es la de Berenice Abbott en la Fundación Mapfre del Paseo de Recoletos; la otra de la de William Klein, no menos interesante, y que en este caso aún puede verse en la Fundación Telefónica de la Gran Vía con esquina a Fuencarral. Son mucho más que visiones de sus dos Nueva York porque en ambos casos se trata de exposiciones —posiblemente las más importantes de la actual edición de PhotoEspaña 2019 que abarcan el conjunto de la obra de estos fotógrafos, artistas imprescindibles del siglo XX. Pero yo miro cómo miran Nueva York porque el conjunto de su obra es inabarcable.

Además de una mujer con  una vida fascinante, Berenice Abbott es una de las fotógrafas (incluyan hombres, por supuesto, en el término) más importantes de la historia y una mirada fundamental de la fotografía norteamericana... a pesar de su formación europea. Es un eslabón creativo y necesario entre el gran fotógrafo Alfred Stieglitz, considerado padre de la fotografía norteamericana y una de las figuras fundamentales para que la fotografía alcanzase el estatus de arte, y la modernidad posterior del siglo XX. Modernidad que ella inaugura como bien titula la exposición: "Retratos de la modernidad". Y aunque la muestra empieza con sus fabulosos retratos (Joyce en París, Cocteau, etc.), cuando paso a la sala siguiente y veo las fotografías de Nueva York, con copias originales de los años 30 del siglo pasado, me quedo sobrecogido.

Es poesía documental. "No concibo la fotografía si no es documental", explica ella en un audiovisual que se muestra en la planta baja, producido por Kay Weaver y Martha Wheelock en 1992 (cuando Abbott tenía más de 90 años llenos de sabiduría y lucidez), con el título de Berenice Abbott: A View of the 20th Century. "Si no es documental, no es fotografía; es otra cosa." La poesía visual, su poesía visual documental no puede explicarse:

















Son fascinantes los contrastes de una ciudad que en alguna de las imágenes parece un poblado del salvaje y lejano Oeste, mientras que en otras aparece entre los haluros de plata y el maravilloso papel de fibra como una megaurbe futurista de rascacielos y gentes apresuradas, e incluso en otras más como una mezcla de ambas cosas, un contraste de pura vida.

El contraste entre ambas exposiciones es lo que resulta enriquecedor y el contraste es, precisamente, uno de los elementos más poderosos con los que Klein construye sus imágenes. Ya hubo hace años (unos cuantos) una soberbia exposición en Madrid centrada sólo en su mítico libro Nueva York —¡qué se puede decir ya de ese libro!, ¿el mejor libro de fotografía de todos los tiempos?—, con unas copias a tamaño brutal de sus poderosas imágenes. Ahora, la muestra denominada Manifiesto Klein incluye también alguna de esas imágenes pero lo hace junto a toda su trayectoria, que incluye además trabajo de pintura como sus interesantes Pinturas letristas en las que la tipografía se convierte en objeto estético más que en alfabeto.





Cuidado... ¡No tocar! (aunque esté concebido para lo contrario).










William Klein: New York, 1954-55, Fundación La Caixa (19 de septiembre-26 de octubre de 1997): "New York se situó en las antípodas del modelo de publicaciones de fotografía habitual en los años cincuenta. Klein concibió la maqueta como si se tratase de un tabloide, más bien desordenado, cargado en sus tintas, con  un diseño brutal y grandes titulares. Incluyó en ella páginas dobles con veinte imágenes apiñadas a la manera de una tira cómica, páginas contiguas que chocaban entre sí, parodias de catálogos y estallidos dadaístas. Al presentar al hombre en su universo tipográfico, entre carteles y anuncios luminosos se anticipó al pop art" [del catálogo de la exposición de 1997 sobre el libro New York de William Klein, cuya publicación fue rechazada por los editores norteamericanos y tuvo que publicarse en París en 1956].





Para Berenice Abbott, la obra de los hombres, la Nueva York que documenta con su mirada poética, contiene y expresa lo que las personas son, somos; mientras que la fuerza artística de William Klein retrata directamente y en poderoso contraste a los seres humanos que son su Nueva York.


PD: Una de las obras de William Klein expuestas en la Fundación Telefónica son una serie de paneles (que reproducimos en este artículo) móviles con los que se pueden formar múltiples imágenes. Es la idea de su creador. Pero si intentan hacerlo, aparecerá el segurata de turno para regañarnos por tocarlo. Aunque le hicimos ver lo que era aquello, al final ya saben como suele terminar esto: "yo recibo órdenes". Escribimos una queja, de la que no hemos tenido respuesta, pero a través de Twitter (donde también lo hicimos ver) nos informaron de que la obra había sido cedida "por el propio artista" con la condición de que no se pudiera tocar, algo tan absurdo como muy poco creíble. No todo iba a ser perfecto.



miércoles, 21 de agosto de 2019

El mar del norte



Honestamente, no puedo decir que Carlos Pérez de Rozas vaya a seguir existiendo como el torbellino de pasión, generosidad y cariño que era hasta su reciente muerte, porque con el corazón en la punta del bolígrafo con el que escribo desde la costa norte de Irlanda, sin cobertura, honestamente no lo sé; no lo puedo afirmar, ni creer que vayamos a existir eternamente una vez muertos. Ni siquiera lo puedo decir de él, el hombre con más vida de cuantos tuve la fortuna de conocer. Tampoco puedo afirmar lo contrario, que sea seguro que no tengamos más vida que la que tenemos hasta nuestra muerte. No lo sé.

Lo que sí puedo afirmar con absoluta rotundidad es que mientras sigamos existiendo cualesquiera de los muchos que le conocimos, Carlos Pérez de Rozas seguirá vivo.

Seguirá vivo mientras yo tenga vida porque nunca le olvidaré y vivirá, aunque sea un poquito, en mí. Es más, no puedo creer que haya muerto como me dijeron a través de internet mis amigos del diario El Mundo y de encajabaja, estando yo de viaje en Belfast. Después continué mi trayecto hacia el norte de la isla, hasta el mar más poderoso y sobrecogedor que posiblemente haya visto nunca, donde los móviles pierden la cobertura e internet se desvanece asustado por el viento, las olas pesadas y lentas, las rocas de la costa, las piedras negras entre el verde luminoso de Irlanda del Norte.



Aquí supe, escribiendo en la libreta y con el bolígrafo de cortesía del Hotel Caseway, que estaba hablando sólo de mí porque no puedo decir nada de Carlos Pérez de Rozas. Las palabras no llegan, no pueden, como no puedo yo creer que haya muerto. Sólo puedo quererlo, mucho menos de lo que él me quiso a mí porque nadie superará nunca a Carlos Pérez de Rozas en lo que a querer se refiere. Hablando de amor sí puedo hablar de él y no de mí; puedo decir que fue la persona que más ha amado a los periódicos impresos de cuantos amantes de los diarios hayan existido, existimos y existirán. Con una pasión que se manifestaba en carreras, saltos, gestos y gritos, que se le escapaba por los ojos de los que se derramaba vida pura. Tanta, que es imposible que Carlos Pérez de Rozas pueda morir nunca.



Artículos (algunos) sobre Carlos Pérez de Rozas
(Barcelona, 1948-Madrid, 10 de agosto de 2019)
















Artículo en la web de los Premios ÑH (capítulo español de la SND), en el que se incluye un vídeo que se realizó en 2008 como un homenaje a la trayectoria, y a la persona, de Carlos Pérez de Rozas.


Escribí el texto que encabeza la entrada del blog el día 11 de agosto de 2019, horas después de enterarme de que nuestro amigo y maestro había fallecido. He estado dudando desde entonces si publicarlo o no, es algo personal, aunque finalmente he decido compartirlo (él compartía todo, "vamos a hacer felices a mucha gente, Mario", me dijo hace años cuando yo tenía ciertas dudas para formar parte del jurado de los premios ÑH en 2011, jurado del que él formó parte y que también por eso se convirtió en una experiencia inolvidable).

Jurado de los premios ÑH8 Lo Mejor del Diseño Periodístico España&Portugal 2011 (SND-España), en las puertas de la FCOM (Facultad de Coumunicación) de la Universidad de Navarra. Carlos Pérez de Rozas es el primero por la izquierda de la fila inferior y yo, no puede ser de otra manera, estoy a su lado, detrás de él.


En lo relativo a los artículos enlazados, se trata de una selección, claro. Abran el navegador, tecleen el nombre de Carlos Pérez de Rozas en la casilla que habilita el oráculo (también llamado Google) y presionen la tecla enter...

viernes, 12 de abril de 2019

Increíble (a Bernardino M. Hernando)

No me lo podía creer. El profesor acababa de escribir la dirección de su domicilio particular en la pizarra y ahora leía los cinco primeros nombres de la lista de clase para que fuésemos a visitarlo "el próximo domingo. Si alguien no puede, se queda pendiente para otro día si quiere, y esta semana viene entonces el siguiente de la lista, ¿de acuerdo?". Estábamos en el primer año de la licenciatura de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid —un edificio de hormigón en el que en verano pasábamos calor, mucho, y mucho frío en invierno, y sobre el que circulaba la leyenda urbana de que sus planos se habían concebido inicialmente para un centro penitenciario—, era el año 1990 e, incrédulo, volví la cabeza hacia mi compañero Alejandro: "¿esto es real?". Aquel insólito profesor que con el paso de las semanas se fue ganando nuestro respeto y admiración se había presentado antes, claro, escribiendo su nombre con tiza blanca sobre el encerado negro: Bernardino M. Hernando. Hasta ahora no he sabido a qué correspondía la M.

Bernardino me presentó unos años después, en 2001, a súper Mario García en un inolvidable curso de verano de la Universidad Complutense organizado por él sobre diseño periodístico. Estuvieron los mejores, Pérez de Rozas, Rodrigo... En un aparte junto a Bernardino, Mario García me enseñó en su Mac portátil de 17 pulgadas páginas que había diseñado para El País, tan buenas... que habían sido rechazadas. Nos contó el cubano norteamericano que nuestra profesión era así, que debíamos ser conscientes de que mucha gente con poder y con muchos menos conocimientos que nosotros juzgarían habitualmente nuestro trabajo y que alguno nos diría que no, a veces incluso por puro capricho. "Esto no me gusta", ya saben. Bernardino sonreía asintiendo a su lado con una copa de vino en la mano. Hacía mucho calor en El Escorial.

El texto que escribió Bernardino como apertura para aquel soberbio Curso de Verano fue probablemente lo más soberbio de todo el curso. Otro puñado de años más tarde, estamos ahora en 2008, le llamé para que lo publicase aquí, en encajabaja. Dudé durante unos días, incluso dudaba algo asustado mientras escuchaba el tono de llamada del teléfono cuando por fin me atreví a marcar su número. Pero cuando sonó su voz volví a sentirme igual de bien que aquella primera vez que se presentó en la clase y escribió su nombre en la pizarra y después escribió en la pizarra dónde estaba su casa para que fuésemos a visitarlo. Todos. Casi se ofendió, aunque entre risas, cuando le pregunté con timidez si se acordaba de mí, un antiguo alumno entre miles. Por supuesto, y por supuesto que accedió generosamente a que lo publicásemos, pero no con la boca pequeña de tantos y tantas veces, "ya te lo enviaré, cuenta conmigo para lo que sea..." y si te he visto no te acuerdas.

El artículo El diseño como lenguaje se publicó en tres entregas en encajabaja (El diseño como lenguaje I, II y III) y no creo equivocarme al afirmar que se encuentra entre los textos más importantes de nuestro blog (somos muy afortunados por tener los amigos que tenemos, revisen la sección Firmas en Caja Alta). La "excursión semántica", por ejemplo, de este artículo en torno al concepto de "diseño" es sencillamente an-to-ló-gi-ca. Amaba las palabras.

Y la tipografía. Me animó a contar en su clase cómo hacíamos el periódico desde el punto de vista formal cuando supo que yo entonces trabajaba ya en la sección de Producción del diario El Sol. Llevé algún tipómetro, maquetas, páginas... Unas clases en las que no había temario, libro o exámenes porque su altura intelectual no necesitaba de todo aquello y nos animaba a que tampoco tuviera que necesitarlo la nuestra, tan pequeña en relación a la suya. Había libros, recortes de periódicos —"la labor de toda mi vida"—, escribíamos para que tuviera algo con lo que poder evaluarnos y porque de escribir se trataban sus clases de Redacción Periodística. Y de leer.

Miles de libros. Naturalmente, fui a su casa aquella primera vez que me citó junto a los apellidos de la lista de clase contiguos al mío. Me quedé sobrecogido al caminar por el pasillo de entrada, supongo que como todo aquel que se adentraba por primera vez allí, ante la descomunal cantidad de libros que habían tomado por asalto aquella casa que no era precisamente pequeña, pero en cuyos tabiques no cabía ni un milímetro cuadrado más de papel. Había estanterías fabricadas a medida para cubrir todas y cada una de las paredes, hasta los techos, recorriendo como una plaga que se hubiese extendido de forma viral cada recoveco, todos los intersticios y las esquinas, por encima de las puertas y por encima y por debajo de las ventanas, rodeándolas. Y todos aquellas baldas de madera llenas de libros, en horizontal y en vertical, sin un solo hueco libre, sin un punto didot de respiro entre un lomo y el siguiente. Es como si todavía pudiese verlo, recordarme caminando asombrado por aquel estrecho pasillo estrechado aún más por las estanterías mientras miraba arriba y abajo, a un lado y al otro hasta llegar al enorme comedor en el que había muchísimos libros más.
—¿Has leído todos estos libros? —fue mi primera reacción, la estúpida y manida pregunta que estaría cansado de escuchar porque probablemente le hacía cualquiera que entrara en su casa por primera vez.
—No, hombre —me respondió a pesar de todo amable, con aquella sonrisa generosa que le achinaba algo la cara—, he leído muchos más. No he hecho otra cosa en toda mi vida.

Después de charlar con unas cervezas y aperitivos de por medio en el comedor, nos llevó a su archivo personal. Una pequeña habitación con estanterías metálicas llenas de carpetas azules, de las que se cierran con una goma, en las que recolectaba organizados recortes de prensa sobre artículos culturales. No podría calcular el número. Nos contó que cualquier periodista debería tener su archivo personal, que la fundación de un gran banco le había hecho una oferta económica, años atrás, para comprar sus millones de recortes de prensa a cambio de varios millones de pesetas. Una oferta rechazada porque "no me puedo desprender de la labor de toda mi vida". Sí se desprendió después de sus libros, donándolos a la biblioteca del pueblo leonés en el que nació, biblioteca que ahora lleva su nombre.

No me lo podía creer. El lunes de esta semana —¿siempre los lunes?— me llegó un escueto guasap de Luis Blasco con un emoticono del que se escapa una lágrima junto a un enlace en el que la Asociación de la Prensa de Madrid, de la que fue su bibliotecario durante más de veinte años, anunciaba la muerte de Bernardino M. Hernando. Qué infinita tristeza porque aunque hacía mucho que no le veía, él era ese tipo de gente en la que piensas de vez en vez y por la que te dices a ti mismo que tengo que buscar una excusa para llamarle y hablar con él otra vez. Ya no va a ser posible. Qué absoluta tristeza e incredulidad, porque los hombres como él nunca mueren.

Bernardino M. Hernando (foto: APM).



viernes, 29 de marzo de 2019

Paper is not dead

Hace unos días se celebraron en la Universidad San Pablo Ceu las ya clásicas Jornadas de Edición, Diseño y Fotografía. En este blog somos público fijo en estas interesantísimas jornadas. De vez en cuando nos invitan a subir al escenario a contar qué hacemos en el Departamento de Diseño de El Mundo.


En esta ocasión, el 'agraciado' en dar la charla fue Javi Vidal, jefe de la sección. El título de su charla lo dice todo: 'Paper is not dead. ¡Larga vida al Papel!. Para aquellos que no pudisteis verla, os dejamos el enlace al vídeo y al pdf de la charla.

jueves, 7 de marzo de 2019

XXII Jornadas de Diseño de la Información

Lo decimos todos los años -y no nos cansaremos de repetirlo-, pero las Jornadas de Diseño de la Información de la Universidad San Pablo CEU son uno de los eventos diseñiles de la temporada. Y ya van 22 ediciones.

En esta ocasión, están enfocadas en la Gráfica Informativa y Comunicación Digital (12 y 13 de marzo en la facultad de Económicas del CEU) y contarán, como viene siendo habitual, con profesionales de reconocido prestigio de múltiples sectores del diseño y la información.

Las jornadas las abrirá la fotógrafa de moda Rosa Copado, cuyo trabajo se puede ver en revistas de la talla de Telva, Harpers Bazaar o SModa. Le seguirá Liliana Castillo, CEO y fundadora de Blipoint, una plataforma destinada a fotógrafos.

La siguiente parte de las jornadas están enfocadas al reporterismo fotográfico. La fotógrafa siria Carole Alfarah contará su experiencia elaborando trabajos como “My beloved broken home”, sobre la huella de la guerra en su país.



La segunda parte de las jornadas tendrá como protagonista al diseño. Pablo López (Director de Arte y CDO) e Yrene de Pablo (Diseñadora), de El Confidencial, charlarán sobre el trabajo de diseñador en un medio digital de referencia como El Confidencial.

Rafa Hörr, de Prodigioso Volcán, dará la segunda charla sobre uno de los temas de los que más se está hablando últimamente, la creación de gráficos mediante machine learning e inteligencia artificial, algo que él ha bautizado como GrafIA.

Cerrará las jornadas un miembro de este blog, Javi Vidal, jefe de Diseño de El Mundo y que hablará, como no podía ser de otra forma, del diseño en papel, en una conferencia titulada 'Paper is Not Dead (long life to paper)' y en la que se centrará en PAPEL, el suplemento diario de El Mundo.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Diseño puro. Puro periodismo. Y gracias a mi maestro

Resulta cuanto menos chocante escuchar a una de las personas que sin duda ha alcanzado la excelencia diseñando periódicos decir "los diarios imperfectos son casi siempre más estimulantes, más humanos, más creíbles... Tú pones una Helvética bien puesta y ganas un premio. Así que nunca pongo una Helvética". Cómo si lo de "bien puesta" fuera tan fácil.



Resulta asombroso escucharle decir que aquel diseño del periódico griego Eleftheros Tipos —posiblemente el periódico más bello, en el sentido literal del término, de cuantos haya visto yo en mi vida— fue "uno de los mayores fracasos en los que he participado, por muchos premios que recibiera aquel diseño". Y, con una sinceridad que no se suele encontrar en este mundo de imposturas, escucharle relacionar abiertamente aquel fracaso en el que participó formando parte de la consultora Innovations de Juan Antonio Giner, con "muchos vendedores de humo, mucho abuso que tanto daño ha hecho en nuestro oficio". Y contarnos cómo desmantelaron una redacción llena de vida en Atenas para montar otra que parecía una nave espacial sin alma y de la que echaron a los dueños del bar de la redacción clásica porque "no daban el perfil" (¿les suena la cantinela de los "perfiles"?), en un proyecto que les costó a los propietarios más de nueve millones de euros... para tener que cerrar un año y medio después. El mal de los gurús que nos destrozó cuando, atenazados por el miedo, los gestores de los periódicos decidieron ponerse en manos de quien les prometieron "salvación" a cambio de millones.



Pues eso, y mil notas más que llenan un cuaderno de las que no puedo destacar nada porque todo son titulares, cada frase, cada una de ellas todo un tema sobre periódicos y personas fue lo que le escuchamos decir a Javier Errea en la apertura de las X Jornadas de Diseño en la Sociedad de la Información, organizadas por la Universidad Rey Juan Carlos en el sur de Madrid. Aunque esta noticia de nuestra universidad no saldrá en los medios, claro. Y si tengo que explicarles quién es Javier Errea, casi mejor no sigan leyendo

Para quienes sí lo saben, o para quienes quieran saberlo, decirles que nos contó que él no es un diseñador, "soy un periodista". Que el factor clave en nuestra profesión debe ser "la humildad". Que "no puedes ir a ningún sitio pensando que lo sabes todo", dicho precisamente por quien ha viajado por todo el mundo diseñando periódicos: el Libération en París, algo que fue un sueño para Errea, nos confiesa casi emocionado, porque se trataba de "el mejor diseño periodístico de la historia", el periódico que compraba sin saber francés cuando era un estudiante para estudiar cómo estaba diseñado.




Periódicos en Europa, muchos en América latina, en España, claro, en Dubai... ¿Qué hiciste con la tipografía en árabe?, le pregunté, y nos contó la historia de aquellas letras en una reunión con un traductor estrambótico en donde las diferencias culturales pusieron de manifiesto cómo los tipos de letra dicen mucho más que lo que está escrito con sus caracteres. O la importancia de la rejilla, "la rejilla es fundamental", que le ayudó a solventar el problema de que "la foto del jeque tiene que ir siempre por encima de las demás".

Nos contó Errea que "hay que ser auténtico (...) El diseño es mucho más importante que poner algo bonito. O impactante. Hay que contar lo verdaderamente profundo de las cosas". Nos habló de que "trabajamos con personas... Nuestra misión es empatizar, huir de la impostura, de lo vanidoso, del artificio, de lo estetizante, (¿recuerdan aquello del diseñismo?), de la moda... La moda reciente es que los diarios impresos parezcan medios digitales. Que parezcan tabletas. Y eso es un error inmenso". Sobre este asunto, dejó claro que que "los soportes digitales no son memorables, nadie se acuerda de la portada de una web como recordamos algunas portadas de prensa". Están cambiando constantemente y no se pueden recordar, generan "desapego". Estamos fascinados por la tecnología, "pero el corazón de los periódicos no está ahí". Y citó el manifiesto XXI, de los periodistas franceses Laurent Beccaria y Patrick de Saint-Exupéry, que comienza cuestionándose lo que nos habían pretendido hacer pasar por incuestionable:



"¿Y si estuvieran equivocados? ¿Y si la conversión digital fuera una trampa mortal para los periódicos?" ¿Y si nos estuvieran estafando? Finalmente, como si todo esto hubiera sido poco, Javier Errea nos dejó un "decálogo políticamente incorrecto" con el que la única cosa que puedo hacer, además de estar en completo acuerdo desde la primera a la última palabra, es transcribirlo de la forma más literal que pude tomar nota:
  1. La información es muy cara. Hay que pagar (fue un error comenzar a regalar nuestro trabajo en internet).
  2. El contenido es la razón de todo (consecuentemente, la redacción es el core business del negocio, precisamente en el que se han estado haciendo más recortes).
  3. El periódico es esencial para la democracia. Las marcas deben recuperar la credibilidad.
  4. Google y Facebook no son nuestros aliados, son el enemigo. Son parásitos que nos chupan la sangre, nos adormecen, nos adocenan. No los necesitamos. No nos aliemos con ellos.
  5. La publicidad va a desaparecer de los medios. No es el futuro.
  6. El Branded content es veneno. Hay que volver a separar la información de la publicidad.
  7. Multimedia es esquizofrénico. Sólo hay una salida: ser monomedial. Que cada medio se dedique a lo que mejor sabe hacer.
  8. Renunciar a esos "otros negocios" que nos desangran.
  9. Hay que invertir en personal. En periodistas.
  10. Sólo un periódico necesario es rentable.

Pedro Pérez Cuadrado, maestro de diseño periodístico


Javier Errea fue quien abrió estas Jornadas y Pedro Pérez Cuadrado, su organizador hasta ahora, las cerró un día después. Han sido, en cierto sentido, unas Jornadas especiales porque con esta décima edición termina un ciclo. Lo cierra Pedro además en la misma sala en la que tuve el privilegio de inaugurarlas, siendo el primer ponente de la primera edición. Nos habló de tipografía, de tipografía en los periódicos, claro.



Pedro Pérez Cuadrado es alguien muy especial. Fue la persona que me enseñó a diseñar una página de periódico. Lo hizo en apenas unos segundos. Seguro que no lo sabe y no creo que pueda recordarlo, pero yo nunca lo olvidaré. No lo he contado nunca en detalle. Creo que a nadie. Fue en el diario El Sol de Madrid. Aquel día debió darse cuenta de mi desamparo ante el material que me habían entregado para confeccionar una página de pasatiempos. Yo, hasta ese momento, no había diseñado nunca una página, mi labor se había desarrollado dentro de la composición de textos como teclista de fotocomposición. Entonces se acercó y con la energía y la velocidad con la que hace todo me dibujó rápidamente una página en la que distribuyó cuatro pasatiempos de la forma más sencilla y racional posible. Dos arriba, enfrentados, y enfrentados dos abajo. "¿Cuántas cosas tienes? ¿Cuatro? Pues dos arriba y dos abajo. ¡Vamos, coño, que es para hoy!" Fue sólo un comienzo, pero en realidad ahí está todo. Y desde ahí hasta el infinito.
Ahora me está enseñando a hacer una tesis doctoral... pero eso es mucho más sencillo que diseñar una página. Gracias, maestro.

La labor de Pedro Pérez Cuadrado incluye años como profesional con responsabilidades en el diseño y la producción de numerosos diarios, locales y nacionales, a la que hay que sumar su actividad como docente en dos Universidades, sus numerosas publicaciones, congresos, o actividades de todo tipo relacionadas con el periodismo y el diseño periodístico. Las Jornadas de Diseño en la Sociedad de la Información de la URJC que ha estado organizando durante diez años, y por las que han pasado los más importantes profesionales y académicos de esta disciplina, cierran ahora un ciclo que sólo podía terminar con él y de una forma: con todos nosotros en pie aplaudiéndole.
Gracias por tanto, maestro.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Noviembre diseñil en Madrid


Lo venimos repitiendo todos los años, y éste no va a ser menos. Las Jornadas de Diseño en la Sociedad de la información de la Universidad Rey Juan Carlos son un must dentro de la agenda diseñil madrileña. Los próximos días 15 y 16 de noviembre volverán, como hacen todos los años, al auditorio de la Universidad madrileña. Y con ponentes de lujo. Javier Errea, por ejemplo con una charla con el sugerente título de  'Diseño y Prensa en un mundo globalizado. Amar los periódicos'; los profesores de la Universidad de Salamanca JuanRa Martín y Fernando Suárez Carballo y su charla ‘Experiencia de usuario en el diseño en pantalla', o la ponencia de Pedro Pérez Cuadrado sobre 'La elección tipográfica en los rediseños de la prensa española', entre otros ponentes. Como siempre, toda la información en su web.


Congreso de los Premios ÑH2018

Por esa mismas fechas, concretamente el 23 de noviembre, se celebrará el Congreso de los Premios ÑH2018. Será en Madrid, en la sede de la Universidad de Navarra en la capital (Calle Marquesado de Sta. Marta 3). La lista de ponentes es extensa y de mucho nivel: Ricardo Curtis, Alex Breuer (The Guardian), Carlos Pérez de Rozas, Toni Cases, Javier Errea, Rodrigo Sánchez (ojo a la interesantísima entrevista que le han hecho en la web de los premios: “Ver una edición cuidada en papel y su alter ego digital es, como mínimo, frustrante”), Borja Echevarría, Jaime Sierra y un largo etcétera de ponentes en una jornada que empezará a las 9.30 y acabará más allá de las 19.00. Además, se darán los premios a Diarios y Revistas mejor diseñados (Público y Man on the Moon respectivamente), entre otros galardones. Más información en su web.